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Otro año de fracaso/fraude educativo

 

Si algo nos demuestran los resultados del examen de admisión a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) es que los niveles básicos y medio superior de la educación no están funcionando como debieran y mantienen prácticamente las mismas carencias y vicios que registraban desde que empezamos a medir el rendimiento académico con evaluaciones estandarizadas, allá en la década de los noventa.

El Centro Nacional de Evaluación de la Educación Superior (Ceneval) diseñó hace décadas un instrumento que se llama EXANI-II (examen nacional de ingreso a la educación superior), que revisa los conocimientos disciplinares en las áreas de conocimiento relacionadas con la carrera a la que los sustentantes buscan ingresar; pero también las habilidades básicas como comprensión lectora, redacción indirecta y pensamiento matemático; recientemente incorporó también la medición de habilidades socioemocionales, que incluyen el gusto por la escuela, la cooperación, la perseverancia académica, la metacognición y el compromiso académico; y el nivel de dominio del inglés como lengua extranjera. De acuerdo con los procesos de admisión específicos de cada institución, éstas pueden omitir o dejar de considerar alguna parte del examen por razones específicas, por ejemplo, en el caso de la UAEM, para facilitar la inclusión de personas con discapacidad se hacen ajustes razonables en el instrumento.

Desde sus primeras aplicaciones, los resultados del EXANI-II mostraban deficiencias relevantes de cada generación en materia de las tres habilidades básicas, comprensión lectora, redacción indirecta y pensamiento matemático. Las primeras reacciones de grandes sectores del magisterio y políticos de la educación fueron, por un lado, la censura del instrumento y la búsqueda de explicaciones externas multifactoriales (como la pobreza, la baja calidad de la educación, el escaso o nulo involucramiento de los padres de familia en la construcción de los aprendizajes). Muchas de esas excusas aún son esgrimidas por aquellos a quienes los exámenes estandarizados les provocan urticaria intelectual.

El intento de reforzar la calidad de la educación en todos sus niveles, impulsado desde muchas instituciones de nivel universitario públicas y privadas, y buena parte de la sociedad civil, durante la primera década de este siglo, buscaba que cada nivel educativo construyera los mínimos indispensables para el avance a la etapa siguiente; la primaria debería formar estudiantes competentes para estudiar la secundaria; la secundaria, para el bachillerato; el bachillerato para el trabajo técnico y/o el nivel licenciatura. La idea obvia no fue leída correctamente por los gobiernos (muchos de ellos no tenían tampoco habilidades de comprensión lectora), y se lanzó una agresiva campaña contra el magisterio al que se acusaba, a veces con razón, pero generalmente sin ella, de fallar en su labor.

La atención que se puso en la formación y capacitación del magisterio entonces fue insuficiente, y muy a menudo desorientada de los objetivos fundamentales. Muchos maestros tampoco adquirieron nunca las habilidades que debían transmitir como básicas para el aprendizaje; aún hay maestros que no comprenden lo que leen, que son incapaces de identificar textos construidos con lógica y coherencia, y cuyo pensamiento matemático es prácticamente nulo. La formación y capacitación del magisterio se ocupa poco de estas carencias. Si a ello sumamos la mediocridad de los programas educativos de cada nivel, y las inadecuadas condiciones de los espacios educativos; el olvido de los padres de familia de su responsabilidad en la educación de los menores; y un ambiente informativo que facilita la distracción y a veces hasta promueve la ignorancia, el fracaso educativo es prácticamente irremediable.

Para este 2024, de los 12 mil 951 aspirantes a ingresar a las licenciaturas de la UAEM, sólo cinco alcanzaron una evaluación superior a los noventa puntos en el examen de admisión, todos ellos lograron el ingreso a la Facultad de Medicina, cuyos aspirantes nuevamente lograron los registros más altos en el instrumento. Es decir, sólo el 0.04 por ciento de los aspirantes evaluados alcanzaron una calificación muy buena en el instrumento. En contraste, casi un millar de alrededor de ocho mil aspirantes aceptados tuvieron registros menores a 40 puntos; y poco más del 50% de los aspirantes no llegaron a los 50.

El instrumento de evaluación sigue marcando básicamente las mismas deficiencias, asociadas a las habilidades básicas de los aspirantes al nivel superior; lo que implica que la UAEM nuevamente tendrá que aplicarse profundamente en corregir las deficiencias de los estudiantes para conseguir dos objetivos en los que, dadas las condiciones en que recibe a los de nuevo ingreso, sobresale: mantener una alta eficiencia terminal (entre 40 y 100 por ciento según el programa educativo); y seguir siendo una universidad de excelencia.

Vale la pena preguntarnos qué nivel de egresados podría tener la UAEM si los aspirantes llegaran a sus aulas con esos mínimos indispensables a los que referimos párrafos arriba. Para ello requerimos autoridades en los niveles básico y medio superior que estén dispuestas a una verdadera revolución educativa que permita al talento y esfuerzo de los miles de maestros de Morelos lograr mayores éxitos por el bien de la niñez y la juventud. La tarea no es fácil, pero es tiempo de empezar a hacerla.

@martinellito

martinellito@outlook.com