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La Jornada Morelos envía un abrazo solidario a la familia y amigos de nuestro compañero Luis Martín Sánchez Íñiguez, corresponsal de La Jornada en Nayarit. ¡No más impunidad!

En los últimos cuatro años México se ha mantenido como el país más peligroso para los profesionales de la información. El año pasado, en nuestro país, murió el 20 por ciento de todos los periodistas que fueron asesinados en el mundo a causa de su trabajo.

Según Reporteros sin Fronteras, México contribuye decisivamente a que América Latina sea la región más peligrosa para ejercer el periodismo en el mundo, aunque aquí no haya ninguno de los conflictos bélicos que se desarrollan en otras latitudes.

El asesinato más reciente nos tocó de cerca: ayer encontraron el cuerpo de Luis Martín Sánchez Íñiguez, corresponsal de La Jornada en Nayarit.

El periodista todavía se comunicó con su esposa en la noche en que se cree que desapareció, el 5 de julio. Le comentó que ya estaba en casa pero que no había energía eléctrica; después ya no supo nada de él. Con Luis Martín se esfumaron sus herramientas de trabajo: su computadora, un disco duro externo, su celular y su credencial de La Jornada. Su cartera y hasta la ropa que vestía el día que fue a dejar a su mujer a Acaponeta, estaban sobre su cama.

Cecilia, la esposa de Luis Martín, comenzó a temer por su marido cuando lo comenzó a buscar un anónimo para “decirle algo importante”. Ese personaje se habría comunicado incluso con la hija del reportero, en San Luis Potosí.

En un caso muy parecido, desapareció también hace un par de días el periodista Jonathan Lora Ramírez, colaborador de distintos medios de Nayarit. De acuerdo con algunas versiones, sus captores también lo habrían ido a buscar a su domicilio.

Desde 2009 el estado de Nayarit ha experimentado una constante espiral de violencia, cuyas estadísticas se han incrementado año con año hasta hacerlo uno de los más violentos del país en proporción al número de sus habitantes. Algo similar a lo que ocurre en Morelos, allá también las autoridades inician investigaciones y abren carpetas que se abandonan a lo largo del tiempo, fomentando la impunidad que, a su vez, impulsa la violencia y el crimen.

Son muchos los agravios que viven los mexicanos, pero el asesinato de comunicadores, de defensores de los derechos humanos y de ambientalistas es un parámetro internacional para medir el Estado de Derecho y la situación de la democracia entre las naciones y, desde luego, nuestro país sale muy mal parado.

La familia de periodistas está de duelo nuevamente, y la familia de un compañero ha sufrido una pérdida irreparable. Ojalá sea la última muerte que lamentemos; ojalá que, para variar, no quede impune este crimen. Ojalá también que pronto aparezca con vida Jonathan Lora.

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