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Por Miguel A. Izquierdo S.

Por poco más de un año, he tenido el privilegio de compartir cubículo en la Universidad Pedagógica, con la querida maestra Pamela López Correa, experta educadora y directiva del ámbito de Preescolar.
Compartir espacio de trabajo nos permite dialogar continuamente, de modo que de manera casual, informal, vamos tratando todo tipo de temas educativos, sociales, familiares y personales, en cuyo tratamiento nos vamos conociendo en profundidad. Pues ya es hora de que quienes no la conozcan tengan al menos esta breve referencia de su calidad humana como de su sabiduría en tanto educadora y directiva.
Para empezar, se formó en la Escuela Normal de la UAEM, que operaba en lo que ahora es el Museo de Arte Indígena Contemporáneo de la UAEM, con prestigiadas maestras educadoras como las maestras Celia Muñoz Escobar, Alma Celia Sotelo Adame, Catalina Montes de Oca (primera directora), y Trinidad Martínez Popoca, entre las fundadoras del sistema preescolar en Morelos (público y particular), junto con sus egresadas, pero no sólo administrativamente fundadoras, sino de un estilo de ejercer el magisterio: interesadas genuinamente en su alumnado, responsables, puntuales, celosas y ocupadas de su formación permanente, impecables en su comportamiento y vestimenta, en fin, todo un cúmulo de virtudes y disposiciones puestas en acción en su quehacer cotidiano como educadoras y como personas.
Vayan unos cuantos ejemplos de su “estilo”, como el de tantas educadoras: cuando no encuentro algún objeto de trabajo o aditamento necesario, ella me dice: “espera, aquí debo tener algo que sirva”, y saca de su bolso o del cajón de su escritorio, el plumón, la pluma, la engrapadora, aquello que me hacía falta. Es una mujer-recurso, solícita colaboradora de quienes estamos a su alrededor. Va otra: es la primera docente o a lo más la segunda, en entrar a laborar por la mañana, no se le puede ganar llegando antes de la hora de entrada, exagera en puntualidad. Una más, comenta que aprendió a vestir de “como se debe” desde la normal, hecho y costumbre que da identidad a su gremio, claramente reconocible.
Ella como otras educadoras, tienen años organizando actividades académicas para su actualización, financiándolas ellas mismas. Eso les distingue. Dignifican su profesión al reunirse para organizar continuamente la mejora en sus centros educativos, como de sí mismas. Así la conocí años atrás, y por ello la invitamos a concursar por una plaza en esta UPN, seguros de que nuestra debilidad institucional en docentes de Preescolar, se disminuiría con su presencia y aportaciones curriculares y docentes. Eso ha venido haciendo desde entonces y con su trabajo, ha fortalecido su prestigio como a los programas en que labora.
La adoran sus estudiantes por el gran compromiso que tiene en su formación como en su titulación. Les da acompañamiento desde su ingreso, y forma equipos con ellas. A manera de ejemplo, ha apoyado a un grupo desde años atrás, cuando se inscribieron en un diplomado diseñado por ella y otras colegas, y en los tres últimos años ya como alumnas de licenciatura en preescolar. Tiene con ellas un pacto de apoyo continuo y lo cumple, compartido con el maestro Carlos González, que augura la titulación de todas ellas. No es poco.
Pero algo que merece detenerme de manera especial, es en su convicción sobre el rol de “sus niños”, del alumnado de preescolar: cree profundamente en niñas y niños, en sus capacidades actuales y potenciales, sabe de sus necesidades e intereses, o indaga permanente acerca de ellas, para hacer un plan de trabajo con ellas y ellos. Esta postura por supuesto tiene bases psicológicas, antropológicas y educativas, en el sentido de partir de los intereses de la infancia y el alumnado en general, para desarrollar los contenidos educativos en el sistema escolar, pero apenas recientemente esa postura es obligada en nuestro sistema educativo nacional, y entre las educadoras, tiene décadas. Valga también un ejemplo de cómo la maestra Pam, como cariñosamente la nombramos, atiende a una criatura, entre sus alumnos: cuando se le acerca uno de ellos a plantearle un problema, que puede ser personal o familiar, de inmediato, confiando en las capacidades del infante (de raciocinio, lógica, sentido común), ella de inmediato le responde, dándole opción de “determinar su curso de acción”: ¿y tú qué piensas hacer?, o bien: tú qué piensas sobre eso? Lo hace no librándose del planteamiento o de su responsabilidad, sino como un recurso muy importante para poner en juego la inteligencia infantil, y está pronta para apoyar a su alumno/a respecto de las consecuencias de su decisión.
Estamos hablando de problemas serios, que pegan fuerte en las emociones de su alumnado, en sus relaciones con su familia o profesoras y compañeritos.
Una más, menciona que en sus poco más de cuatro décadas de docente o directiva de preescolar, tuvo “saldo blanco”, esto es algo muy difícil de conseguir, nada de casos graves en la integridad de su alumnado de educación inicial o preescolar, dados los extremos cuidados que tuvo junto con sus equipos docentes, por la integridad de su alumnado. Así que si tienen alguna duda de cómo educar a sus peques, consúltenla, es sabia en esa materia y más. Les contestará con alegría e interés genuino. Acérquense a ella.

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