loader image

 

La filosofía tiene una gran tradición histórica porque ha contribuido a la conformación del pensamiento humano. La filosofía constantemente se está preguntando por aquellos principios que son causa de todas las cosas. Los filósofos, por supuesto, no son los únicos que reflexionan sobre la naturaleza y el mundo en que vivimos, los hacen, preponderantemente, los científicos, los políticos, lo artistas, los humanistas, los liberales, el periodismo de investigación y todo aquel sujeto que se atreve a pensar y preguntarse por qué las cosas suceden como suceden y sobre la causa de lo causado.

En un mundo que se mueve vertiginosamente por los acontecimientos que se suceden uno tras otro. Un mundo donde el conocimiento científico y tecnológico está moldeando nuestro pensamiento y nuestra manera de conocer, interpretar la vida cada hora, cada instante. Un mundo que se ha tornado inseguro, injusto, desigual y violento. Nos reclama, hoy más que nunca, que un político sea más filósofo y un filósofo más político. Aunque esto último no es nuevo ya lo habían abordado los filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles.

Del pensamiento de estos filósofos se ha desprendido “Que un político nos diga que es honesto, no nos garantiza nada. Un líder de una nación, el servidor público, debe ser un ejemplo de virtudes cívicas, debe ser honrado, respetar la ley y ser servicial. No necesitamos que sermonee sobre la justicia, sino que la vivan, no que prediquen sobre la honestidad, sino que la encarnen, no que perjudiquen a la nación, sino que le sirvan”. Bueno encontrar un político con estas virtudes no es tarea fácil, pero los ciudadanos podemos exigir y vigilar que cada día se parezcan más a este ideal.

En ese sentido la filosofía es una excelente herramienta para pensar de manera racional el mundo que nos ha tocado vivir. El dilema que tenemos en frente es despertar o quedarnos indiferentes.

La política la han vulgarizado los políticos, además de ser un arte de la conversación y de diálogo para llegar a acuerdos, solucionar problemas y proyectar desarrollo social, es una ciencia social que los políticos debieran estudiar, para abandonar la improvisación y la ocurrencia.

Giovanni Sartori definió la ciencia política “como la disciplina que estudia o investiga, con la metodología de las ciencias empíricas, los diversos aspectos de la realidad política, con el fin de explicarla lo más completamente posible”. Con este referente, me parece, que el político tendría los elementos para buscar acuerdos entre las diferentes posiciones de los partidos políticos, para solucionar problemas, hacer obra y políticas públicas que beneficien a la sociedad.

Pero, qué tipo de política percibimos en nuestro día a día. En Morelos tenemos un gobernador que de ciencia política es un ignorante, pero eso sí tiene fama pública porque fue un icono en el futbol nacional, ese es su mérito más notable y le fue suficiente para llegar a la gubernatura. Pero, el pueblo morelense ¿qué? Al parecer en la política moderna los atributos que se requieren son fama pública y respaldo de los poderosos. Eso no funciona, pero el precio que pagamos los morelenses es muy caro.

Por ello, es importante que los ciudadanos tratemos de ser más filósofos y menos espectadores de nuestra vida cotidiana, porque un filósofo se hace preguntas y busca respuestas. Una sociedad política se interesa por lo que sucede en la sociedad. Si hay inseguridad exige que haya seguridad; si hay injusticias exige a las autoridades el cumplimiento del Estado de derecho; si hay rezago educativo exige una buena educación. Filosofía y política no se yuxtaponen se complementan, es el binomio perfecto para que exista una sociedad mejor.