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Valeria Díaz Garcilazo

Cuando hablamos de tejido social, hablamos de identidad, pero…¿En qué momento de la vida construimos nuestra identidad?, ¿Qué factores determinan cómo se construye?
Desde la más temprana infancia, siendo completamente dependientes de otras personas para sobrevivir, damos comienzo al vínculo que generamos con nosotros mismos, el cual permanecerá durante toda nuestra existencia. A pesar de ser dinámico y cambiante – como todo en la vida – desde sus inicios, dicho vínculo está en constante relación con quienes nos rodean y lo que nos rodea.
En ello vamos generando el sentido de pertenencia a la humanidad, a esa primera comunidad que es la familia (como sea que esté compuesta), hasta ir ampliando la experiencia en la escuela, colonia y ciudad en la que nos desarrollamos.
En esta diversidad de encuentros tempranos generamos también los mecanismos de defensa que nos acompañarán por igual, el resto la vida. Esto considerando un contexto de niñas y niños que cuentan con necesidades básicas cubiertas. Lo que pareciera un derecho de nacimiento, no es una realidad para muchas personas que llegan al mundo careciendo incluso, de estas circunstancias.
La ruptura del tejido social siempre deriva en víctimas y victimarios. El estado de derecho se desmorona, convirtiéndose en un estado de alerta, competencia e intercambio de mecanismos de defensa; la violencia, como sabemos, tiene diversas formas de manifestarse y cuando no se atiende desde el origen, es un ciclo vicioso interminable.
Todas las personas alguna vez hemos sido vulneradas de alguna manera a causa de la violencia sistémica, y cada quien ejerce aquellos mecanismo de defensa que tenga internalizados frente a esto, casi siempre reproduciendo voluntaria o involuntariamente esta violencia con alguien aún más vulnerable que nosotros.
Los adultos solemos trasladar las violencias que vivimos en la vida cotidiana, hacia el hogar, mientras que los niños y jóvenes suelen hacerlo a la inversa: lo que viven dentro, (En el caso de tener un hogar nuclear) se imita en sus entornos sociales inmediatos (escuela, hermanos, amigos, menores) o incluso se expresa contra sí mismos.
Vivimos un nivel de normalización de la violencia, no sólo en México, si no en el mundo, al grado de tener una cultura de la misma; basta un clic, para que narcotraficantes, abusadores, delincuentes, etc. estén en la sala de nuestra casa, vistos a través una pantalla, interpretados por hombres y mujeres que cumplen con el estereotipo de belleza, inteligencia, carisma, y poder, que enaltecen conductas y aspiraciones perversas, a través de películas y series que a veces hasta se ven en familia, con todo y palomitas.
Recuerdo hace diez años que me parecía muy impresionante el haber escuchado balazos cerca de mi casa, en Cuernavaca. Hoy es normal encomendar a mi hija a todos los santos cada vez que sale a una plaza o a reunirse con sus amigos, a la hora que sea, para que no suceda un evento desafortunado de esos que desgarradoramente se han vuelto algo cotidiano. Pero no escribo esto para reiterar algo que toda la comunidad experimenta.
Por lo anterior y unas varias cosas más, cuestiono ¿Quién administra el bien común? entendido como un ejercicio real del estado de derecho. Es un hecho que el poder a muchos niveles se concentra en la mínima parte de la población, una privilegiada que abusa del mismo, pero sucede que el estado somos todas y todos. La desigualdad genera en la población sometida impotencia, desesperación, falta de sentido de pertenencia, enfermedades, y mucho estrés mientras que en la población privilegiada poder, corrupción y abuso, sin embargo todos somos víctimas de esta realidad, pues vivir en un estado de inseguridad y violencia no ofrece una calidad de vida digna para nadie.
No hay que perder la voluntad ni la esperanza, por lo que ¿Cuáles podrían ser los ejes más importantes para volver a tejer esta cobija de oportunidades? Hay estrategias a corto, mediano y largo plazo que es en gran medida ofrecer a las infancias y juventudes principalmente a las más vulnerables, la oportunidad de impulsar sus virtudes, capacidades, creatividad, y motivación que puedan encontrar en el espacio público lo que como sociedad les ofrecemos, independientemente de la realidad que vivan en el hogar nuclear. Es decir, atender de manera preventiva, los factores de riesgo que están frente a nuestros ojos a partir de estos diversos puntos de partida que abonan a la prevención: educación digna, salud, deporte, auto cuidado, educación sexual, cultura. Este espacio estará dedicado a reflexionar y compartir todo lo relacionado a la cultura dirigida a niñas, niños y jóvenes, con el afán de acercar la mirada a esta urgencia de reconstruir el tejido social, desde la raíz, reconocer qué estamos ofreciendo como comunidad para construir y qué nos está rebasando.
Seamos vigilantes de la administración de nuestros derechos, recursos y espacios públicos y por qué no, partícipes activos si tenemos el privilegio y la oportunidad.
Uno para todos, todos para uno
Garantizamos viaje seguro
Uno para todos, todos para uno
Cosecharemos fruto maduro
Uno para todos, todos para uno
La unión forma un escudo
Uno para todos, todos para uno
Que no se quede por fuera ninguno
La misma tijera “Aterciopelados”
Fragmento de La misma tijera canción de los Aterciopelados.

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