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Desde chico empecé a mentir, no recuerdo en qué momento.

Y lo sé, sé que uno empieza a mentir en la infancia. Lo sé porque veo a mi sobrina, y juego con ella, y cuando lo hago es como estar en un viaje infinito de LSD en el que ella y yo moldeamos la verdad como si fuera una especie de arcilla, decimos cosas que no son, que son mentira y que no tienen sentido. Y a la verdad la estiramos y jugamos con ella a nuestra conveniencia y nos divierte muchísimo, porque afuera está el mundo de los adultos, el de los datos la ciencia y la verdad, y nos aburre.

Uno prende el televisor y escucha a cómo está el dólar, el precio de la gasolina, el porcentaje de votos, datos que tienen un perímetro porque uno no puede ir más allá de ellos, son cosas tal y como son sin capacidad de fantasía. Imagínate que yo le hablara de eso a mi sobrina.

¿Por qué eres así? Me han dicho muchas veces. La primera vez que oí esa frase vino de los labios de mi profesora de química; Marianela, yo ya estaba grande, era un joven en la preparatoria, pero me aburría mucho en sus clases, y cuando eso pasaba, empezaba a fantasear escenarios, historias. Después descubrí que eso cuando se escribe se llama literatura.

Un día en una de esas clases aburridas de química, le dije a todos que la siguiente semana era el cumpleaños de la maestra, que era una fecha muy especial para ella, así que hicimos un comité, cada quien llevaría algo, globos, confeti, pastel, platos, refresco, papas, una pequeña bocina para poner música. Cuando llegó el día la maestra entró al laboratorio, y todos gritamos sorpresa! Lanzamos confeti y aplaudimos, Marianela nos miró muy confundida, y antes de poder decir algo, empezaron las mañanitas en voz de Pedro Infante con sus 17 versos! Mientras tanto cada uno pasaba y abrazaba a la maestra, y ella los abrazaba también porque no era mala, sólo estaba muy confundida sin tener idea de que pasaba, cuando todos acabamos de comer pastel ya había pasado 40 minutos de la clase, al final dijo que nos habíamos confundido y que hoy no era su cumpleaños pero que apreciaba mucho todo el cariño, que le conmovía, y a mí me gustaba eso, la posibilidad de conmover, hacer reflexionar o cambiar el ánimo de las perdonas. Yo pedí disculpas y le prometí que no volvería a pasar, (hasta la siguiente semana donde celebramos su segundo cumpleaños) y así 4 veces seguidas, hasta que me suspendieron.

En el último cumpleaños ya se colaban alumnos de otros grupos y grados porque era un ambiente de fiesta, todos la pasábamos bien. Y esa clase pasó a ser un evento, no era más laboratorio de química, era un: ¿Oye vas a ir al cumpleaños de Marianela? ¡Se pone de Puta madre!

Y en ese entonces me di cuenta, que era capaz con las palabras de doblar la realidad, y que las mentiras podían ser escenarios fantásticos que me emocionaban mucho, y que no tenían que ver con lastimar a alguien ni con engrandecer. Tenían que ver con jugar, como yo lo hago con mi sobrina, como lo hago cada vez que escribo. Que la mentira tenía la capacidad de suponernos otra idea del mundo, una mejor, o por lo menos de jugar con él.

Yo prendo la televisión, hablo con gente y me entero de hechos. Pero cierro los ojos y puedo ver cualquier cosa, y con que una idea se meta en mi cabeza de esas que te hacen trasnochar, entonces ya está, la fantasía que no es otra cosa que una mentira, empieza a caminar.

Me gusta estar con mi sobrina me gusta inventar animales con ella, como el perro pingüino, me gusta saber que ella y yo en complicidad tenemos una banda de rock que ella bautizó como “los calavera Chompi” y que la única cláusula para tocar es que sólo y únicamente lo hacemos debajo de las mesas. Y ahí nos tienen un adulto de 33 años y su sobrina de 8 abajo de una mesa de un restaurante jugando, y nadie entiende, pero somos felices.

¿Por qué eres así? Y cómo? Si no podría ser de otro modo. Yo cierro los ojos, y veo la luna.