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Eric Hobsbawn afirma que hay cuatro conquistas fundamentales del marxismo: Uno. -La creencia de que este sistema económico capitalista no es permanente ni está destinado a perdurar por siempre sino es apenas una fase, una etapa en el desenvolvimiento histórico que dejará de existir para convertirse en algo distinto.

Dos. -Este sistema ha funcionado y se ha desarrollado en medio de severas crisis recurrentes y cíclicas con contradicciones cada vez más grandes que requieren de mayores esfuerzos para ser resueltas pero que dejan consecuencias funestas para el pueblo en general, para los trabajadores.

Tres. -El marxismo está basado en un profundo sentido de la injusticia social, de indignación contra la desigualdad entre los pobres y los ricos y poderosos.

Cuatro. – Aquí debe considerarse el elemento utópico, la idea de la utopía, la idea de que de un modo o de otro esa sociedad fraterna y justa llegará, esa sociedad realmente humana, mejor que la que estamos padeciendo hoy se hará por fin realidad.

La Izquierda se tiene que identificar con estos postulados. Estamos hablando de la izquierda auténtica, la que busca el cambio radical, radical repito, desde la raíz, que no se anda por las ramas, que no propone sólo reformas para hacer más liviano el sufrimiento cotidiano o para prolongar la tortura, cambio que altera la estructura económica-política y cultural del sistema económico impuesto: capitalista, depredador, generador de riqueza para unos cuantos y de miseria ignominiosa para las mayorías.

Por ello los poderosos con sus ideólogos más reaccionarios persiguen el mismo fin: cerrar toda alternativa social al capitalismo y a toda forma de pensar que contribuya a ella. Se trata de confundir las conciencias, apaciguarlas, inmovilizarlas y para ello cuentan con los aparatos ideológicos de masificación enajenante; la televisión, la iglesia, la radio, la prensa.

La Humanidad entera se ve amenazada bajo esta economía al colocar todo bajo el signo del lucro y la ganancia, dominio de Mammón, el dios mercado. Porque este capitalismo globalizador –como afirmaba contundentemente el maestro Sánchez Vázquez- al avasallar con sus guerras preventivas la soberanía y la independencia de los pueblos, al hacer añicos la legalidad internacional, al volver las conquistas de la ciencia y la técnica contra el hombre y al globalizar los sufrimientos, humillaciones y la enajenación de los seres humanos, atenta no sólo contra las clases más explotadas y oprimidas y contra los más amplios sectores sociales, sino también contra la humanidad misma.

El marxismo propone la emancipación social y humana y se ve obligado a construir un dique que detenga la agresiva y antihumana política imperialista yanqui impuesta al mundo. La globalización es norteamericanización y el FMI, el Banco Mundial y la OCDE son los nuevos amos de los países que los han aceptado como tales.

“Luchemos contra el yankee(sic), enemigo de la humanidad”, decía el himno sandinista en esa tiernísima y esperanzadora revolución ahora tan domesticada. ¿Hay signos alentadores? Sí, los hay. No en los partidos, en la sociedad. Los partidos están sumamente ocupados en la búsqueda del poder por el poder, en el reparto del botín una vez que su bajel pirata llegue a puerto.

No les importa el destino de las víctimas que padecen el trajín de cada día en la búsqueda del pan cotidiano, de la clase trabajadora que desde la aurora busca su labor… desde el arado se afana, desde cada andamio y hasta del tractor; albañiles, carpinteros, sastres, jornaleros, todos por igual; herreros y estibadores y los lustradores del parque central…

No, estos no valen, no cuentan más que como medios, como herramientas para la ganancia, como mano de obra barata, abundante, dócil, flexibilizada y certificada (of course) para ofrecerla a la competitividad internacional tal como se exhibían los esclavos, mujeres y hombres, en los mercados de entonces. Es más, toda esa masa amorfa y anónima debería agradecer a los prominentes empresarios ser utilizada por ellos.

La lucha contra la explotación, contra la enajenación masiva, contra la manipulación y la mentira, contra la injusticia, son tareas de la izquierda. No se trata de encontrar una ración de poder, de encaramarse en él y de abandonar todo propósito auténtico, de suponer que todo marcha bien y que sólo es cuestión de aprovechar las oportunidades.

Por ello, todos los partidos políticos que se asumen como portadores de estos fines traicionan su quehacer, su objetivo originario que les dio razón de ser. Una vez cooptados y domesticados se convierten en instrumentos del poder para reproducir el mismo esquema.

Hay signos alentadores hemos dicho y ya tenemos muestras de ello. Los reaccionarios le apuestan al cansancio creyendo que abandonaremos este movimiento. Le apuestan también al hecho de que todos estos energizantes temblores sociales son sumamente quebradizos.

Y no. Esto tiene que ir más allá de una mera coyuntura electoral, tiene que mantenerse, tiene que ser el detonante que estamos esperando. No se trata ya de meros paliativos. Es una lucha permanente contra la violencia institucionalizada. La lucha sigue…