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En el artículo anterior mencionaba que muchas especies de animales pueden organizarse colectivamente sin la presencia de líderes, pero muchas otras no. Tal vez, el ejemplo más drástico de una especie animal que requiere líderes para alcanzar organización colectiva somos los seres humanos. Mucho se ha investigado sobre este tema y la respuesta siempre parece apuntar en la misma dirección: necesitamos líderes para coordinar la resolución de conflictos entre nosotros mismos. Ante conflictos externos como terremotos, huracanes o incendios forestales, hemos demostrado que podemos auto organizarnos sin la necesidad de líderes, pero no cuando se trata de conflictos entre nosotros. Los seres humanos somos una especie extremadamente violenta. Desde que tenemos registro histórico hemos documentado guerras encarnizadas y todo tipo de atrocidades no sólo cometidas en contra de otras personas, sino contra otras especies. En muy poco tiempo, la violencia y voracidad del Homo sapiens llevó a la extinción de animales depredadores mucho mejor adaptados que nosotros para el combate cuerpo a cuerpo (la famosa megafauna, que extinguimos desde hace aproximadamente diez mil años).

Consideremos a los leones africanos, actualmente en peligro de extinción. Estos animales son verdaderas máquinas biológicas de matar con garras y colmillos afilados, potente musculatura y constitución atlética impresionante. Ningún grupo de humanos tendría ni la más mínima oportunidad de salir victorioso en un combate cuerpo a cuerpo ante una manada de leones. ¿Cómo pudimos ganar la carrera evolutiva a estas máquinas de matar? Algunos estudiosos atribuyen esta victoria al desarrollo de la inteligencia, que nos hizo capaces de desarrollar armas como lanzas, hachas, arcos y flechas, etc., las cuales nos permitieron estar al mismo nivel que los leones en términos de “equipamiento táctico”. Pero no es suficiente inventar una lanza. Después se debe tener la suficiente agresividad para ir y enterrársela a un león. Así que, además de la inteligencia, una característica biológica que tuvo que desarrollarse en el ser humano fueron los instintos agresivos. La supervivencia de nuestra especie dependía de la agresividad necesaria para utilizar las armas que inventábamos.

No todos los humanos somos violentos, pero una buena cantidad sí lo son. Hay un espectro continuo de agresividad que va desde las personas sumamente bonachonas hasta las sumamente violentas. Esta diversidad en la agresividad de los individuos es la que provoca conflictos (los más agresivos ejercen violencia sobre los menos agresivos). Por otro lado, el desarrollo de nuestra inteligencia a lo largo de la evolución nos ha hecho comprender que, si queremos subsistir, tenemos que vivir en sociedad sin agredirnos. Por eso necesitamos leyes y líderes que pongan orden. ¿Qué son las leyes? Básicamente son las reglas de convivencia para vivir en sociedad. El individuo que viole dichas reglas de convivencia será castigado o expulsado. Los líderes son, básicamente, las personas a las que les hemos encargado la procuración y ejecución de las reglas de convivencia para evitar conflictos entre nosotros mismos. Pensemos en los tratados internacionales sobre leyes de guerra entre pueblos o naciones, desde lo establecido en la Biblia (Duteronomio 21: 10-14) hasta la prohibición de bombas de racimo y el Derecho Internacional Humanitario. ¿Por qué hacer leyes que regulen la guerra? ¿Por qué no simplemente prohibirla totalmente? Pues porque sabemos que la guerra siempre va a existir. Es parte intrínseca de los instintos biológicos de los seres humanos. Ante este conocimiento fáctico, en lugar de prohibir la guerra, lo mejor que podemos hacer es regularla, es decir, establecer reglas de convivencia incluso en situaciones en las que los seres humanos se están matando unos a otros.

No estoy tratando de justificar la violencia humana de ninguna manera. Pero su existencia es un hecho innegable que ha estado a la vista de todos por milenios, que racionalmente sabemos que está mal y ante la cual se han formulado leyes para controlarla y limitarla. Hemos delegado a nuestros líderes la responsabilidad y obligación de formular y aplicar dichas leyes para poder vivir en paz. El proclamar que los niveles de violencia y criminalidad que estamos padeciendo actualmente son causados por la pobreza es un sinsentido, es una idiotez. La gente agresiva y violenta existe porque existe y tenemos que expulsarla de la sociedad. Sólo un grupo de líderes idiotas e ignorantes, autoproclamados “humanistas”, pueden pretender que miles de años de evolución van a desaparecer con abrazos.

*Instituto de Ciencias Físicas y Centro de Ciencias de la Complejidad, UNAM