loader image

Revolución cultural, revolución de las conciencias, son expresiones que se están aplicando como hipótesis que ayudan a explicar el por qué la campaña originada en grupos de derecha del país y de Morelos (desde dentro y fuera del país), no tuvo eco mayor en la población, de manera que las predicciones derivadas de las encuestas, practicadas meses y semanas atrás, básicamente se sostuvieron en los hechos, con muy leves modificaciones, en favor de la coalición Juntos haremos historia.

En especial, quiero revisar qué pudo suceder, de manera que la intensificación en esta última semana de las campañas con los mensajes de que “se eliminará la propiedad privada”, “te quitarán tu casa”, “Dios está a favor de X y en contra Morena”, y similares, no tuvieron el efecto esperado por sus pretendidamente cristianos impulsores, católicos en particular.

La hipótesis de la revolución cultural implicaría valorar que en la mayoría de electoras y electores, ha ocurrido un proceso tanto de separación de la ideología religiosa respecto a su predominio sobre la ideología política, como un proceso educativo que les ha capacitado para ubicar calumnias, embustes y abusos de políticos y religiosos, que confrontan sus prácticas, sus convicciones, sus conocimientos.

La hipótesis de la revolución de las conciencias, más reservada que la anterior, pero similar en cuanto a enfatizar el cambio en un acto o serie de actos racionales, supone el logro de conocimientos, argumentaciones, cadenas de razonamientos, que permitieron a las y los electores, discernir sobre los mensajes recibidos, y desechar aquellos por viciosos, abusivos, fuera de toda base racional y experiencial.

El presidente López Obrador y destacados analistas políticos, han recurrido a destacar una o ambas de las hipótesis anteriores, para ayudarnos a explicar lo sucedido en las pasadas elecciones, con valoración especial a quienes han dado ese gran paso, en tanto pueblo “sabio”, que ya no se deja engañar.

Hay una componente simbólica de tal explicación, que merece ser atendida: ¿escucha uno a alguien que no te nombra (a ti o a tus condiciones) o no te voltea a ver? Lo que llamamos apelar a las personas, en todo su ser, y condiciones materiales y espirituales de existencia. Esa tarea se ha venido atendiendo desde las “mañaneras”, varias horas al día, pese al cerco mediático de las grandes cadenas de prensa, radio y televisión, que van en decadencia.

Pero tanto mercadólogos de la política, como asesores de campañas, entre ellos Santiago Nieto, de fuera y dentro del país, postulan en general, hipótesis alternativas, que ubican al hígado, al estómago y al corazón, como fuentes determinantes (o casi), de las decisiones de quienes eligen mediante su voto, a sus próximos gobernantes.

Definitivamente, cualquier ciudadana o ciudadano, está en mejor disposición de apoyar a quien le nombra, le conoce, no le ofende, no le ningunea. Eso está más allá de la razón, va hacia el corazón, a las “razones prácticas” que menciona el sociólogo Pierre Bourdieu. Por esa vía también ayuda a explicar el comportamiento de quien vota, el que la ciudadanía compagine con quien en los hechos, realiza obras que van en la dirección de las propias estrategias de vida, que en el corto, mediano y largo plazo, le presenta opciones no sólo de sobrevivencia, sino de vida digna.

En la práctica, no sólo con argumentos, nuestro pueblo ha discernido, más allá de las ideologías, y afortunadamente, pese a los miedos y calumnias que circularon en sus redes, y que por lo visto, no cesarán de enviar los heridos y necios, quienes no se interesan en sus electores, que los conciben ignorantes, sin experiencia, miedosos, sin capacidad analítica y de razonamiento.

Foto: La Jornada Morelos