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Andrés Uribe Carvajal 

¡Proteo! ¡PRESENTE!

¡Proteo! ¡PRESENTE!

¡Proteo! ¡PRESENTE!

Así, con tres pases de lista enérgicos, y con el grito y aullido de sus compañeros caninos y humanos se despide a un héroe que muere en el campo de batalla, un perro de servicio, por un momento pienso – Y, ¿por qué no habríamos de ser otra cosa que también eso? Un perro de servicio, o al menos intentar serlo, servir para alguien, para una causa y después morir en el oficio, entonces creo que nuestra existencia tendría más sentido, habríamos vivido y muerto por algo, con el honor que nos queda en el corazón.

Proteo fue un perro pastor alemán de diez años de edad que recientemente falleció en Turquía, ayudando en las labores de rescate debido al sismo que golpeó el país el pasado 6 de Febrero. Proteo viajó al país acompañando al cuerpo de ayuda humanitaria por parte de la Secretaria de defensa nacional (SEDENA). Murió a causa de las condiciones climáticas, no sin antes encontrar el cuerpo de un menor de edad con vida, y ayudar a la recuperación de 14 cuerpos. Las últimas palabras de su cuidador el soldado Villegas fueron estas:

“Quiero decirte que me siento orgulloso de ti, porque siempre fuiste un perro fuerte, un perro trabajador que nunca te diste por vencido. Ahora sólo me queda agradecerte por haberme traído. Lamentablemente no vas a poder llegar conmigo. Siempre te estaré recordando… Todo México… espero que siempre te recuerde, que nunca te olviden. Algún día nos volveremos a ver”.

Proteo hijo de poseidón, dios de los mares

En la época prehispánica la muerte en México se consideraba como un viaje hacia el Mictlán que es el inframundo o reino de los Muertos. Este viaje duraba cuatro días para llegar a ver al señor de los difuntos: Mictlantecuhtli.

Las ánimas debían cruzar un río para poder llegar al Mictlán y para realizarlo necesitan la ayuda de un perro, por tal motivo en los entierros de la época prehispánica los muertos solían ser sepultados junto con su perro para que les ayudará durante su viaje. Yo pienso que todos necesitamos un perro, que nos ayude a cruzar esta vida, o la siguiente.

Perder un perro en vida es una de las tragedias más grandes que quizá yo haya experimentado, en 2015 perdí a mi primer perra Cuky, tenía ya la edad cuando los problemas empiezan a manifestarse en los perros, y comenzó a tener bastantes dificultades para respirar, la llevamos al veterinario y después de una lucha agonizante por algunos meses, determinó que no había mucho por hacer. Esa tarde la llevé entre mis brazos a casa y sostuve su cuerpo que ya tenía una mirada ausente, hasta que un momento no pudo más, después se desvaneció en mi pecho dejándose caer y dando un último suspiro, sentí como se escapa la vida de su cuerpo caliente, creo que nunca había llorado tanto.

 

Hace poco leí: Sobre la muerte de un perro de Jean Grenier, y este párrafo describe como me sentía en su agonizante proceso:

La duración de su sufrimiento había sobrepasado el límite que mi corazón podía soportar. No me quedaban reservas, estaba vacío. El perro seguía vivo jadeando en una esquina, con los ojos entrecerrados. Le sujete la cabeza con una mano mientras le acariciaba el hocico con la otra. Se quedó así un buen rato tenía la mirada clavada en la mía. No podía hacer nada por él. Pero él no lo sabía y me torturaba la idea de que tal vez creyera que yo tenía un poder soberano sobre él, cuya fuerza había experimentado en tantas otras ocasiones. Iba a echarlo de menos, ¿sabría él hasta qué punto lo necesitaba?

Los perros me han dado las lecciones de amor más grandes, ahora mismo veo a Nina mi perra chihuahua con complejo napoleónico (que piensa que por su altura tiene que ladrar para probarse), ella representa entre otras cosas un puente entre mis viajes, la naturaleza, y el mundo que conozco (mi realidad), quizá ella sea una de las pocas certezas que tengo en la vida, y que se escapan a las fantasías de los humanos, pues en su ser, toda superficialidad está desprovista, todo éxito o fama, o la aclamación por intentar ser algo o alguien, en realidad no importa.

¿Sabrá ella cuánto la necesito, la necesitamos? Algún día también como PROTEO abandonará esta vida, también en su oficio porque así como Proteo ella no ha hecho otra cosa que encontrar algunos cuerpos, el mío y el de mi familia y los ha llenado de vida y amor. Cuando muera se escuchará su nombre tres veces en forma de grito, y siempre la recordaremos porque ser un perro de servicio es el máximo honor que en esta vida uno puede aspirar. ¡Proteo! ¡PRESENTE! ¡Proteo! ¡PRESENTE! ¡Proteo! ¡PRESENTE!

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