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Antonio Ponciano Díaz*

La gran pregunta que todos los padres de familia que tienen hijos en edad de asistir a las escuelas de educación básica o que ya están estudiando en algún grado, deberían cuestionarse si la escuela está contribuyendo a una buena educación de sus hijos. La respuesta no es fácil porque formar y educar a los estudiantes es sumamente complejo y complicado, porque hay fantasmas que no hemos podido erradicar como la desigualdad y la pobreza, pero, sobre todo, los de la corrupción y el de los poderes que disputan el control de la educación, los sindicatos y las elites empresariales y políticas.

A propósito de la entrada en vigor del nuevo modelo educativo llamado “La Nueva Escuela Mexicana” con los nuevos libros de texto. Ha suscitado un gran rechazo y un debate intenso entre las autoridades educativa de la SEP, organización de padres de familia, maestros, especialistas de la educación y comentócratas. Más allá de si los libros de texto tienen errores o no, de sí se quiere imponer una ideología comunista o no, de si se rechaza la enseñanza de las matemáticas o no. Estamos frente a un momento oportuno para repensar a la educación y la escuela que desea la sociedad y que demanda una nación con viabilidad de futuro.

La tragedia de nuestro país y de nuestro sistema educativo nacional es que cada presidente hace modificaciones fundamentalmente a la educación básica y no permiten su maduración completa. Cada seis años se están inventando reformas educativas con los intereses e ideología de quien ostenta el poder y con los criterios de las teorías pedagógicas dominantes. Así se inició nuestra aventura educativa con el Plan Once Años impulsado por Jaime Torres Bodet en el año 1959 y desde esa fecha al día de hoy se han hecho intentos por construir un modelo educativo pertinente a las necesidades de un entorno cambiante. Con la Nueva Escuela Mexicana y los nuevos libros de texto gratuito, ya van 19 reformas y modificaciones que no han cuajado. Cabe destacar que ninguna de ellas ha podido concretar sus propósitos y objetivos, algunas con resultados positivos y otras sin contar con referentes de evaluación. Pero se avanza con el talento de muchos docentes y alumnos.

El modelo educativo, del inquilino del Palacio Nacional, la Nueva Escuela Mexicana apunta a ser un fracaso no necesariamente por su contenido ni por sus aciertos o defectos técnico pedagógicos, sino por la rapidez, improvisación y opacidad con la que fue elaborada, pero, sobre todo, por su ilegalidad al no observar entre otros los artículos 23 y 28 de la nueva Ley General de Educación que fue expedida por el actual gobierno en septiembre de 2019; por la falta de sentido político en su entrada en vigencia ya que a partir de septiembre inicia la carrera por la Presidencia de la República y todo apunta a que pasara a un segundo plano ya que la atención se centrará en las campañas políticas.

Sin embargo, me parece que es el momento propicio para volver a pensar y repensar que tipo de educación y formación queremos realmente para nuestros hijos en un mundo altamente cambiante. El tema de discusión no debe de estar centrado en los libros de texto gratuitos si habrá adoctrinamiento o no, si hay que quemarlos o no. Son muchos los temas centrales de análisis, debate y consulta que deben de estar en la opinión pública, por ejemplo: ¿Cuál debe ser el nuevo rol de los maestros bajo un entorno donde la información y el conocimiento están al alcance de los alumnos, los cuales cuentan con computadoras, tabletas y celulares conectados a Internet y ahora con acceso a plataformas de inteligencia artificial? ¿Qué tipo de escuelas tenemos? ¿Qué objetivos y propósitos deben de tener los planes y programas de estudio los cuales deben corresponder a la realidad y necesidades de nuestro tiempo? ¿Qué perfil deben tener los directivos de las escuelas? ¿Qué reformas deben de tener las escuelas formadoras de maestros para que correspondan a la dinámica de un país que aspira a un mejor estado de bienestar para toda la población? Etcétera… etcétera.

*Ex catedrático de la UAEM