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Primera parte

 

La vida está hecha de momentos que no se vuelven a repetir. Suelen ser una ráfaga de certezas que se manifiestan como un relámpago. La iluminación de un camino que de inmediato se pierde en la oscuridad. Quien logre mantener la luz de ese relámpago tendrá en su mirada un faro en forma de brújula. Uno de esos momentos irrepetibles sucedió en una azotea de la ciudad de México, cuando dos jóvenes chilenos realizaban una ceremonia de iniciación. Bruno Montané recuerda así el momento en que Roberto Bolaño le pidió ayuda para arrojar al fuego, cientos de hojas que contenían sus obras de teatro: “Mientras las páginas se quemaban tuve la impresión de que Roberto sabía que la fuerza poética reunida en aquellos papeles -esa concentración alcanzada en largas noches de intensa escritura- se vería multiplicada con esa suerte de ritual de la pérdida. Fue como si dijera, ya está, ahora a escribir versos, a escribir poemas, todo lo que ahora puedo aprender está en la poesía. Años más tarde, durante una de nuestras largas conversaciones telefónicas -en las que él era experto- me diría, no sin cierto tono entre irónico y cariñoso, que él estaba de lo más bien escribiendo obras de teatro hasta que llegué yo a tentarlo -como si chistosamente hubiera querido decir corromperlo– con la poesía. De hecho, esta era una «acusación» que muchas veces me hacía para provocarme amistosamente. Estoy seguro de que ya entonces Roberto sabía mejor que nadie que solo en el oscuro fondo de aquello que nos atrevemos a nombrar con la palabra poesía nada un paciente, feliz, y otras veces desesperado latido, esa larga visión que aún seguimos llamando literatura”.

En ese trueque de la poesía por el teatro, el encuentro con Mario Santiago fue decisivo. Juntos, como tantos jóvenes poetas, encontraron en Arthur Rimbaud una resonancia de sus deseos, donde por supuesto revolucionar el arte, cambiar la vida y reinventar el amor eran las coordenadas. La poesía como un acto de arrojo y de fe para encontrar un lugar en el mundo, gestos tan cercanos a la adolescencia, caminos que muchos años después Roberto Bolaño recordaría así: “El territorio de la poesía es el único territorio, junto con el del dolor, en donde aun es posible perderse, en donde aun es posible encontrar fórmulas maravillosas (o mejor dicho: la mitad de una fórmula), y en donde uno, consciente o no, pone en juego su propia vida”.

Justamente es ese llamado que hace Rimbaud en Una temporada en el infierno lo que Bolaño retoma para nombrar su primer libro de poemas: Reinventar el amor. Este poema, dividido en nueve partes, concentra no pocas visiones de lo que sería su obra posterior, y es también una especie de catalizador de esa frontera donde conviven Chile y México. Son los tiempos cercanos al golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende:

Descansa el cuerpo del presidente en un patio de cemento

Sus aves cantan en las alamedas

arrasan con los jardines

Son también aquellos días por las carreteras de Morelos, en México, cuando acompañaba a su padre, León Bolaño, en el reparto de refrescos:

Un niño es el árbol de la Revolución

Tlayecac Huitzililla Amayuca Amilcingo Huazulco

Temoac Zacualpan: Ruta 64, miércoles.

¿Y qué hacías en Morelos acodado en el viejo Dodge?

Nepantla Jumiltepec Xochicalco Yecapixtla Metepec Tetela del Volcán:

Ruta 64, lunes. ¿Es que era una manera de cabalgar?

Y en la carretera de Amayuca a Cuautla el volcán y la volcana

transformaban

los últimos rayos del sol en jugo de durazno

y gotas de miel resbalaban por la nieve.

(…)

Vi niños de pueblos prehistóricos decirme buena suerte con las

manos levantadas

O pedirme un agua de soda mientras el camión de Refresquerías Lulú

se perdía entre el sol del camino, inexorablemente.

En Reinventar el amor fluye una corriente lírica orientada por el asombro, una sucesión de imágenes de un testigo viajero, sorprendido por una realidad donde todo parece estar a punto de ser nombrado, porque ya existe:

Oh, haber bebido miel en donde nació Sor Juana Inés.

Un niño florece como tuna.

Una niña recoge margaritas y se las pone en el pelo

y su sonrisa es un fruto

blandito y miserable.

¿Y qué hacías en Morelos recostado en un neumático

comiendo tortillas con frijoles?

¿Y qué hacía el Lazarillo de Tormes en un pueblo mexicano

sino florecer?

¿Y de qué pozo surge la voz, de qué figura la tormenta,

de qué nebulosa el amor?

La reinvención del amor en una travesía por las carreteras mexicanas, una aventura que entrevera la realidad con la imaginación, el deseo que se trenza con el placer. El anima de Rimbaud que convoca a recrear sensaciones milenarias:

Y Amor golpeará a tu puerta y verás navegantes remando

en los canales de tu corazón.

¿Y el trompo de la libertad bailará en tu uña?

¿Y si no te amo por qué enumero las camas donde hemos fornicado?

Y el amor vendrá con Lucha de Clases

en un punto decisivo

¡Bang, bang!

De la infrarrealidad venimos ¿a dónde vamos?

* Este texto apreció originalmente en el libro ¿Qué hay detrás de la ventana? Letra/Imagen/Música/Arte x Roberto Bolaño. Nibaldo Acero & Carvacho Alfaro / Editores. Publicado por Universidad de Playa Ancha (Editorial Puntángeles) y el Fondo de Cultura Económica. Septiembre de 2023, Santiago de Chile.

Imagen cortesía del autor