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El órgano invisible, endotelio

Jesús Enrique Jiménez Ferrer*

Cuando me preguntan, ¿cuál de los fenómenos que ocurren en nuestra cercanía me sorprenden más?, sin duda respondo que es la circulación sanguínea lo que más me impacta. De ella depende nuestra supervivencia, pues nutre a cada una de nuestras células, desde los órganos mayores hasta los tejidos más recónditos de nuestra anatomía interna.

Si la sangre fluye… la vida también, si la primera se detiene la segunda no puede seguir, así que la estructura que mantiene este proceso adquiere una gran relevancia. De primera impresión, podría parecer que nos referimos al corazón, el cual se hace notar a “cada latido” por su impresionante ritmicidad y complejidad sonora, pero no, esta vez nos referimos a un órgano que prácticamente pasa desapercibido, si bien es una capa que recubre arterias, venas y las cavidades cardiacas, es invisible, ya que su espesor apenas alcanza la centésima parte del grosor de un cabello.

Sin embargo, si logramos juntar todas las células que integran a este órgano “invisible” alcanzaríamos una masa de 2.0 kg que corresponde a la misma magnitud que la del hígado, pero dada su distribución no nos percatamos de su existencia. Tiene una gran superficie de contacto que es donde se lleva a cabo la más importante de sus funciones, hay que anotar que los fenómenos que suceden en grandes superficies son aquellos que ejercen un control de alta fidelidad, así como pasa en el endotelio, que es el órgano al cual me estoy refiriendo.

Si el endotelio está funcionalmente íntegro, suceden 5 procesos vitales como son, capacidad antiinflamatoria, antioxidante, anticoagulante, antiproliferante y vasorelajante. Así que, cuando este órgano invisible se deteriora, las arterias y venas “sufren” daños por la inflamación, el estrés oxidante, el incremento en la coagulación intravascular, la alta proliferación que endurece las arterias y la vasoconstricción.

Entonces, los individuos con “disfunción endotelial” (DE), corren el riesgo de desarrollar enfermedades que llevan a un desenlace nada prometedor incluso hasta fatales, como infarto al miocardio, infarto cerebral y la insuficiencia renal crónica, todo ello con un antecedente médico asociado que es la hipertensión arterial sistémica (HAS). Esto también, nos da una perspectiva de porqué la diabetes mellitus, tabaquismo, sobrepeso y obesidad, son factores de riesgo para estas fatalidades mediados por la DE.

¿Y cómo cuidamos nuestro endotelio? A través de hábitos higiénicos saludables, como una dieta baja en grasas animales y carbohidratos, disminución en el consumo de sal, ejercicio diario, disminución en la ingesta crónica de bebidas alcohólicas, abandono del consumo de tabaco, entre otros. No en vano podemos decir que “uno es tan joven como nuestras células endoteliales”.

*Investigador del Centro de Investigación Biomédica del Sur. OOAD Morelos. Dr.