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En el último par de meses el trabajo que realizo ha llamado la atención de diversos medios noticiosos. La promesa de usar los bacteriófagos para acabar con las infecciones de bacterias super resistentes a los antibióticos parece sensacional. Las aplicaciones terapéuticas de los fagos son prometedoras, y ciertamente son una parte de la investigación que hago. Me da la impresión de que en la investigación científica lo que sirve o promete, es lo que resulta más atractivo. Cuando converso de ciencia con personas ajenas a la investigación experimental inmediatamente noto un gran interés de su parte. Pero en el curso de la conversación inevitablemente surge la pregunta ¿para qué sirve? Aunque he dado varias respuestas a esta pregunta respecto a mi propia investigación, ninguna parece satisfactoria. A veces traslado la responsabilidad de contestarla al futuro diciendo que “servirá para desarrollar agricultura sustentable” o “para curar infecciones de bacterias multirresistentes a los antibióticos”. Lo cierto es que ninguna de estas promesas tiene un plazo definido para cumplirse. También argumento que “mi investigación es sólo un aspecto de todo lo que es necesario conocer antes de pensar en una aplicación”. Entonces, la decepción asoma a los ojos de mis interlocutores y el interés de la conversación decae.

Un ejemplo de la dificultad de pasar de la ciencia básica a la aplicación de los conocimientos es la investigación en fijación de nitrógeno, es decir la conversión biológica de nitrógeno gaseoso en amonio asimilable por las plantas. Pese a que la fijación de nitrógeno fue descubierta en bacterias del suelo hace más de un siglo, sus aplicaciones en el campo son aún una promesa para la agricultura. Miles de artículos científicos se han publicado sobre el tema resultando en un conocimiento vasto del fenómeno. Cierto, se han derivado algunas aplicaciones exitosas como la producción de fertilizantes biológicos basados en bacterias fijadoras de nitrógeno. Pero es un triunfo limitado debido a las inconsistencias de los resultados. Tanto así que persiste el uso de los fertilizantes industriales, aunque sabemos muy bien el costo ecológico que conlleva su producción y uso agrícola.

Una de las discusiones frecuentes entre los científicos y los responsables de otorgar financiamiento público a la ciencia, es la distinción entre ciencia básica y aplicada. En realidad, carece de sentido abusar de la dialéctica en este tema porque al fin y al cabo se habla de la misma cosa. Es equivocado pensar que la única finalidad de la ciencia es contribuir al desarrollo y bienestar humano por medio de alguna aplicación, llámese vacuna, terapia de fagos, telecomunicaciones, e incluso saneamiento y conservación ambiental. Aunque estos son objetivos sin duda apreciables y nadie estaría en contra de investigar para conseguirlos, son en mi opinión, una consecuencia de la madurez del conocimiento (aunque tarde un siglo), y de que se encuentren la necesidad y la oportunidad para su desarrollo. Sin estos elementos hubiera sido imposible encontrar respuestas tan rápidas en la pandemia de Covid-19. Diversos conceptos científicos fundamentales están involucrados en el control de un virus tan infeccioso. Por citar uno solo, la aparición de una pléyade de variantes del virus Sars-Cov-2 a lo largo de la pandemia es un ejemplo de evolución biológica ocurriendo en tiempo real que hubiera deleitado a Carlos Darwin.

Quizá sea innecesario hacer preguntas acerca del valor utilitario de la ciencia pues sus aplicaciones vienen implícitas en su desarrollo. Así que a la pregunta ¿de qué me sirve conocer el bosón de Higgs? la respuesta corta sería “para nada”. Sin duda, podemos vivir ignorando la física de las partículas elementales del átomo, o ya pensándolo mejor, podemos más o menos vivir, aunque sin las comodidades modernas derivadas de la búsqueda del bosón tales como la invención de la www (world-wide-web) y la PET, tomografía de emisión de positrones. Pero el significado del descubrimiento del bosón es mucho más profundo y probablemente la materia en el universo no existiría sin el bosón de Higgs. Y esta discusión tampoco tendría lugar.