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Andrés Uribe Carvajal

En mi último viaje o aventura (como a mi madre poéticamente le gusta llamar), conocí a Tatiana y a Anastasia. Ellas conformaban junto a otras dos mujeres instrumentistas: el cuarteto de cuerdas del Regatta, tras-atlántico que navegaba por los océanos Índico y Pacífico y ofrecía a sus pasajeros música clásica todas las tardes de la mano de la hora del té, en el lujoso salón Horizons. ¡Ah, té y música clásica! Una formula perfecta para sentirse refinado.

Quise acercarme a ellas porque estaba muy interesado en escribir para cuarteto de cuerdas, es algo que siempre me ha llamado la atención, y aunque tenía nociones básicas de cómo hacerlo, pensé que pedirles consejos en persona era lo más ideal. Tatiana era violín principal, y formaba parte de la filarmónica de Ucrania. Ensamble que por razones aterradores obvias y tristes, no existe más.

Me aproximé a ella una noche cualquiera en la barra del bar, y allí aprendí dos cosas. Uno: en ningún bar se habla de trabajo, a menos que sea intencionado. Dos: en Ucrania muy pocas personas hablan inglés fluido. La conversación tropezó mucho al inicio, así que lo que hizo Tatiana para revertir el hechizo, es algo que todos debemos aprender. Ella simplemente dejó de hablar inglés, y empezó a hablar en su idioma conmigo. Obviamente yo no entendía nada y aunque tenía la cara desencajada, ella proseguía para después indicarme: Repeat. Yo como podía intentaba balbucear lo que ella decía, sin un ápice de idea de lo que significaba, luego ella se echaba reír. Estuvimos en esa danza sin sentido cerca de unos cuarenta minutos, estoy seguro que a lo lejos parecíamos más ebrios de lo normal. Ella hablando conmigo en su idioma, y yo repitiendo como loro desorientado.

Comprendí lo que en ese momento ella me quería dar a entender: si quieres hablar conmigo tienes que entrar en mi mundo, no yo en el tuyo, y yo de manera natural accedí a él. Los siguientes días aprendí más palabras, y al cabo de una semana podía formar oraciones en Ucraniano. Ella rara vez cambiaba al inglés, no le gustaba. No sé por qué tenía esa paciencia conmigo, nunca se desesperó, parecía que valoraba mi esfuerzo. A esta etapa ya poco me importaba hablar de trabajo. Me gustó conocer su mundo, me contó que tenía una hija: Ana. Era modelo, y ahora vivía con su novio, ambos estaban intentando escapar de la guerra, buscando un refugio, por no decir un nuevo hogar. El suyo yacía bajo escombros.

El tiempo pasó, y un día después de una noche de trabajo, llevé un arreglo para el cuarteto de cuerdas: Billie Jean de M. Jackson. Ellas muy amables lo tocaron y me hicieron algunas observaciones, y recomendaciones. Durante el ensayo, el ambiente era muy tenso, todas opinaban fuertemente cuáles debían ser las dinámicas, qué debía ir y qué no. Parecían a punto de pelear, yo como queriendo calmar el ambiente, les dije: Vamos, no es tan importante, a lo que Tatiana me dijo en Ucraniano: Si es, la música es importante. ¡Esto lo es! Me lo dijo casi como un regaño. Parecía que se tomaban demasiado en serio todo. Se lo conté a un amigo mío, y mientras le repetía aquello, entendí otra cosa: La música en ese momento era para ellas su hogar, y era importante.

Anastasia (chelista del grupo), me contó cómo escapó de Ucranía quemando un camión de la ocupación Rusa, y cómo se escondió en un refugio dos semanas antes de huir de su país. Una locura. No puedo imaginarme el terror, lo estúpido y absurdo del asunto.

Pero ellas sí, ellas habían escapado, buscando un trabajo, un salva-vidas o un barco que las llevara lejos. En un futuro cercano no había otro hogar más que su momento, más que la música que llevaban consigo. Por eso quizás ahora importaba más que antes, pesaba más.

Mientras escribo esto pienso en Ana (hija de Tatiana), ella estaba por su cuenta, intentando hacer lo mismo, buscando su ticket de salida. Hacia desesperadamente sesiones de fotos, para poder entrar a trabajar rápido a cualquier otro país.

Tuve que aprender que el mundo de cada persona está en diferentes lados, y a veces no es un lugar físico, a veces ese lugar ya no existe porque alguien más decidió arrebatártelo, a veces tu mundo es Ana, una partitura mal escrita, o una taza de té. Y todos debemos entender eso con profunda seriedad. A la gente le importan cosas que a ti no, y eso importa.

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