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parte 2 y última *

 

Las fazañas de Hidalgo, Quixote de nuevo cuño, hacedor de tuertos, etcétera, diálogo entre el Coronel Chepe Michiljuiyas y Pancha la Jorobadita, se debe a la pluma de Agustín Pomposo Fernández de San Salvador (1756-1842) y apareció como “hoja volante”, primero en 1810 por la Oficina de Valdés, y luego en 1814 en la Imprenta de Ontiveros. El caso de Las fazañas… es el de un texto en toda forma teatral. Si consideramos que una de las características fundamentales del arte dramático y de los preceptos aristotélicos es la puesta en un aquí y ahora de personajes en conflicto, es decir, de caracteres en situación, el texto de Fernández de San Salvador no puede sino considerarse como una obra teatral en forma y un excelente ejemplo de la escritura antiinsurgente de la época. Su autor, sin embargo, sufrió los reveses de la vida y bajo su techo se criaron los independentistas Leona Vicario, Andrés Quintana Roo y su hijo Manuel.

La loca independiente y su marido fue publicada por la Imprenta Americana de don José María Betancourt en 1821 y es anónimo. Esta divertida obra, en donde una pareja busca hallar remedio a sus necesidades más primarias, nos pone frente a las duras condiciones después de once años de conflicto bélico a pesar del regocijo de la recién adquirida independencia. Pequeñas situaciones, siempre con un personaje que ha de convencer a través de sus razones a otros más ignorantes o equivocados, como el regateo al precio de las tortillas (Desengaño de los indios haciéndoles ver lo mucho que le deben a los españoles, del Mexicano A. V., 1810), el lamento por los hombres que se van a la guerra (El militar cristiano contra el padre Hidalgo y el capitán Allende, de Francisco Estrada, 1810), el rito de tomar chocolate caliente (Crítica del hombre libre, anónimo, 1821), representan distintas gradaciones de teatralidad, siempre sometidas a la urgencia discursiva de los autores en contra o en pro del proceso independentista mexicano.

Enfermedad ejecutiva de los escritores modernos de esta ciudad se debe a la pluma de Jaime Frotasa y fue publicada el 26 de junio de 1820 en la Oficina de don Pedro de la Rosa, en Puebla. Del autor no se ha hallado mayor referencia, pero con esta obra se suma al intenso debate que se generó en torno a la proliferación de papeles volantes y periódicos a partir de la libertad de imprenta que promulgaba la Constitución de Cádiz de 1812. Baste sumergirnos a vuelo de pájaro en las polémicas protagonizadas por Fernández de Lizardi para entender lo que significó la “libre expresión de las ideas”. La pequeña situación y jocoso desarrollo dramático que Frotasa nos entrega es brillante y lo compartimos con los lectores de La Jornada Morelos:

Médico: ¿Qué ocurre?

Criado: Yo soy, señor, ¿qué ha de ocurrir?, hágame usted favor de bajar y venir conmigo en el momento.

Médico: ¿Pues de dónde vienes?

Criado: Señor, me envían a llamar a usted unos señores que están enfermos.

Médico: Bien: ¿pues quiénes son esos señores?

Criado: Señor, son los que están escribiendo en uso de la libertad de imprenta.

Médico: ¡Hola!, y qué, ¿les ha dado pulmonía?

Criado: No, señor, es miserere; pero están de mucha gravedad.

Médico: ¡Miserere!, ¿qué dices, hombre? Es cosa rara que a todos le haya acometido una misma enfermedad.

Criado: Sí, señor, porque todos comieron una misma cosa.

Médico: Pues, ¿qué comieron?

Criado: Señor, una cosa que a nadie le puede hacer daño, que es la Constitución; pero como les cogió con el estómago vacío, se la comieron toda y se tomaron también más libertad de imprenta que la que debían, y ve usted aquí que se van por arriba y por abajo, sin que nadie les pueda contener.

Médico: Pues eso tiene remedio.

Criado: Sí, señor, es verdad; pero ha sido la desgracia que en lugar de tomar encima de todo el decreto de las Cortes que arregla la libertad de escribir, ¿quién sabe qué han tomado?, y ya se mueren, y dizque uno de estos señores que llamaban el Entremetido se murió de eso, y ya lo enterraron, oí decir en casa de mi amo.

Médico: Pues según eso, bribón, tú te vienes a burlar de mí, porque ése es miserere de entendimiento y yo no lo puedo curar.

Criado: Señor, yo no tengo la culpa, a mí me envían a llamar a usted.

Médico: ¡Válgate dios! ¿Y qué les han hecho?

Criado: Señor, hasta ahora medicamentos caseros, creo que les han dado a beber adobe y……no sé qué otras cosas; pero cada vez a pior a pior.

Médico: Pues, hijo, diles que yo no soy capaz de curarlos, que se han equivocado; porque yo soy médico del cuerpo físico, no del cuerpo político. Que ocurran a la razón, que es la medicina universal que sana las enfermedades políticas y morales del hombre; que se abstengan de las rivalidades, sarcasmos, personalidades y prurito de escribir sólo por escribir; y entonces, ni les dañará la libertad de imprenta ni dañarán a nadie con ella; ni se abusará de este incomparable privilegio de nuestra Constitución: y el pueblo (que hasta ahora apenas ha visto la dedicación de alguno) recibirá las instrucciones de todos, y será del todo útil la libertad de tan nobles, tan sabios, y tan buenos ciudadanos. Vale.

* Texto publicado hace algunos años en el diario Milenio y en la revista Artez de España.

** Investigador, periodista, dramaturgo y editor. Forma parte de la agrupación Mulato Teatro en Ticumán, Morelos.

Imagen: Biblioteca Nacional de España