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Desaparecer bajo las aguas del progreso

Gabriel Millán*

La construcción de la Presa Zimapán, entre 1990 y 1995, produjo el desplazamiento forzado de cerca de 2,500 habitantes de las comunidades de La Vega, Vista Hermosa y Rancho Nuevo, en el estado de Hidalgo. Mientras que ellos perdieron sus tierras, el patrimonio para su familia y su historia; miles de especies de plantas y un número desconocido de animales desaparecieron bajo las aguas de la producción energética.

Los trabajos para edificar lo que hoy es la Central Hidroeléctrica «Ing. Fernando Hiriart Balderrama” (Presa Zimapán) comenzaron a finales de los 80 y concluyeron con su puesta en operación en septiembre de 1996. Una parte de este proyecto, desarrollado cuando Carlos Salinas de Gortari fue el presidente de México, tuvo un financiamiento del Banco Mundial por 460 millones de dólares, a pagar en 17 años, que incluía una partida para la reubicación de los afectados.

Juventino Trejo, uno de los miles de habitantes desplazados, narra en un video de Youtube cómo eran las comunidades que desaparecieron y cuenta que muchas personas no creían que fueran a ser desalojados de sus tierras o que fueran a inundar el cañón del Infiernillo, hasta que, en una visita a Rancho Nuevo, el presidente Carlos Salinas de Gortari les entregó el cheque del Banco Mundial para darles una indemnización, de acuerdo con el tamaño de sus terrenos y la cantidad de árboles, explica.

El dossier del Banco Mundial para el financiamiento del proyecto menciona un porcentaje de recursos destinado a proyectos sociales y ambientales, sin que se especifique de qué se trata. Eran otros años, años en los que las legislaciones ambientales eran mucho más laxas, o prácticamente inexistentes. Esta falta de normas rigurosas se refleja en el manejo que se hizo de la flora que sería afectada por la construcción de la presa Zimapán. Se sabe muy poco de lo que ocurrió con las plantas. Oficialmente no existe un documento que describa cómo se realizó el rescate, ni las medidas para mitigar el impacto ambiental.

En 2014, solicité a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, a través del INAI, me proporcionara “Los documentos de evaluación de impacto ambiental y manifestación presentados para el desarrollo del proyecto de construcción PRESA HIDROELÉCTRICA FERNANDO HIRIART VALDERRAMA, incluyendo, si los hubiera, artículos científicos, tesis, resúmenes ejecutivos, documentos gerenciales, carteles, presentaciones y cualquier otro documento presentado para la autorización de la construcción de dicha presa”. Su respuesta fue que la información es inexistente. Es decir, nadie sabe, oficialmente, cómo se evaluó, si es que se hizo, el impacto que la presa tendría sobre la biodiversidad y el ambiente.

Un documento recuperado del Observatorio Geográfico de América Latina, firmado por Cristóbal Orozco Ledesma, muestra un proyecto de manejo de la flora del sitio donde se construiría la presa, y enlista 22 especies de cactáceas susceptibles a ser rescatadas; de ellas, seis las situaba en peligro de extinción de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN): Ariocarpus kotschoubeyanus, Astrophytum ornatum, Mammillaria herrerae, Strombocactus disciformis, Wilxocia schmollii y el inconfundible y codiciado Echinocactus grusonii.

A pesar de que E. grusonii es quizá el cactus más cultivado y vendido en el mundo, presente en muchos jardines botánicos de Europa y Asia, se consideraba prácticamente extinto, ya que el único lugar donde crecía de forma silvestre era, precisamente, la zona inundada por la presa Zimapán.

De acuerdo con José Antonio García Romero, “El Arqui”, un reconocido cultivador de cactáceas de Querétaro que falleció en 2022, él personalmente visitó a pobladores de Zimapán que iban a ser reubicados por la construcción de la presa, para persuadirlos de vender las plantas de Echinocactus grusonii que había en sus terrenos. Según dijo, fue varias veces con los pobladores, conforme iba aumentando el nivel del agua en el cañón. Primero se negaron, pero cuando la zona comenzó a ser inundada, accedieron a venderlas. Esos ejemplares de E. grusonii se convirtieron en las plantas madre de «El Arqui» y con los años propagó tantos cactus que pudo vender alrededor de 1 kilo de semillas “a los chinos”, para que las cultivaran (es decir, ¡miles de semillas!).

En el Cuaderno de Educación Sindical #74 del Sindicado de Trabajadores de la UNAM, Alberto Pulido Aranda menciona que otros de los ejemplares de estas cactáceas, de más de 150 años de edad, terminaron en la Quinta Schmoll en Cadereyta, Querétaro, lugar fundado en 1920 por la bióloga alemana Carolina Wagner y por su esposo, el pintor Fernando Schmol y que hoy es un lugar “dedicado al cuidado de la biodiversidad de nuestras zonas áridas”.

También se sabe que cientos de cactáceas fueron rescatados por Leila Scheinvar y Charles Glass, ambas leyendas del estudio y conservación de las cactáceas. Algunas de las plantas seguramente debieron terminar en el Jardín Botánico de la UNAM, y se sabe que muchos más están ahora en El Charco del Ingenio en San Miguel Allende, Guanajuato, una reserva creada por Glass con findes de conservación.

En el 2013, trece años después del ecocidio de Zimapán, la revista The Cactus Explorer publicó el hallazgo de una nueva localidad de E. grusonii, ubicada cerca de San Juan Capistrano, Zacatecas. Aunque esta fue una gran noticia, los ejemplares de la nueva localidad son muy distintos de los que habitaron en Zimapán y de los pocos que aún pueden verse si se toma un paseo en lancha en la hidroeléctrica. Unos solitarios especímenes en las paredes del cañón que esperan su turno para morir, como los otros que desaparecieron bajo las aguas del “progreso”.

*Comunicador de ciencia

Instagram: @Cacturante

Echinocactus grusonii en las paredes de la presa Zimapán. Foto de Gabriel Millán.

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