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De mosquitos y de human@s

 

Antes de 1828 las personas en México no enfermaban de dengue. No es que les protegiera alguna deidad ni que fuesen inmunes, simplemente no enfermaban porque el virus dengue aún no había llegado al país (o al menos no estaba reportado). Los primeros casos de dengue en México se presentaron en Veracruz en 1828, a consecuencia de la pandemia que inició cuatro años antes en el Caribe y el Golfo del Atlántico.

En contraste con un México sin dengue, este año, según los reportes oficiales, los casos de dengue se han triplicado respecto al 2022. Esto no solo está ocurriendo en el país, la OMS asegura que en todo el mundo los casos de dengue van para arriba, casi ocho veces más desde el año 2000.

La mayoría hemos escuchado que el dengue se transmite por mosquitos del género Aedes, principalmente Aedes aegypti. Lo que no escuchamos a menudo es que, a pesar de su enorme presencia en México, este mosquito no es originario del país ni de las Américas, sino de África occidental, desde donde emigró a muchísimos lugares del planeta. Según Raman Velayudhan de la Organización Mundial de la Salud, antes de 1970, este mosquito estaba presente solo en media docena de países, pero ahora se encuentra en más de 130 naciones.

La historia de cómo llegó el mosquito Aedes aegypti a nuestro país se remonta a los primeros encuentros con Europa. Así como el sarampión y la viruela llegaron con la Conquista, los mosquitos A. aegypti llegaron en los barcos europeos, hace 400 – 550 años. Jeffrey R. Powell, Andrea Gloria-Soria y Panayiota Kotsakiozi hacen una interesantísima revisión de estudios sobre genética poblacional del mosquito para reconstruir su historia en los últimos 600 años.

Uno de los más interesantes hallazgos es que los mosquitos A. aegypti debieron llegar al continente americano debido al comercio de esclavos provenientes de África, principalmente de Angola. Los barcos portugueses (responsables del 70% del tráfico de esclavos) habrían llevado esclavos y agua para el viaje al Nuevo Mundo, seguramente agua con huevecillos o larvas de mosquito. Los primeros lugares de América en los que se asentó el mosquito parecen ser Brasil y Argentina, en el norte, en donde existen poblaciones del mosquito genéticamente parecidas a las poblaciones de África, incluso se reproducen en criaderos en huecos de árboles, como sus parientes africanos, explican los autores.

En esos siglos, el dengue aún no representaba un problema de salud pública, pero sí otro virus también transmitido por este mosquito: el de la fiebre amarilla, originario de África. El primer informe de esta enfermedad en las Américas data de 1648, La Habana y Yucatán, donde “los pacientes sufrían un intenso dolor de cabeza y vomitaban sangre, la mayoría morían al quinto día” (Tullesa, 2006). Que existieran brotes de esta enfermedad implica que para esos años ya se habían asentado suficientes mosquitos como para ser un problema de salud. De hecho, hasta el Siglo XIX la fiebre amarilla sería una enfermedad misteriosa cuyo origen se desconoció hasta que Carlos Juan Finlay Barrés, un médico cubano, demostró que el mosquito era el vector de esta enfermedad.

Las epidemias de fiebre amarilla en las Américas estuvieron estrechamente relacionadas con la inequidad, o mejor dicho con la esclavitud. En Nueva Orleans, donde había una importante industria algodonera en la que trabajaban esclavos negros, Kathryn Olivarius explica que “muchos teóricos y médicos a favor de la esclavitud esencialmente decían que la esclavitud negra era positivamente humanitaria, porque distanciaba a los blancos, que serían vulnerables a la fiebre amarilla, del trabajo y los espacios que los matarían, mientras que los negros podían trabajar con seguridad en estos espacios”.

Aunque formalmente la esclavitud ya no existe (pero sí condiciones de vida muy adversas), la inequidad sigue siendo un enorme determinante para enfermar, ya no fiebre amarilla, sino de dengue, zika, enfermedad de Chagas, etc. ¿Quiénes necesitarían tener almacenada agua si el suministro fuese constante? ¿Quién tendría cacharros en sus patios si el sistema de saneamiento fuera óptimo y todos tuviéramos acceso a viviendas dignas? ¿Quién esperaría a no aguantar un dolor para ir al hospital si los servicios fueran accesibles y amigables?

*Comunicador de ciencia Instagram: @Cacturante