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Tu bicicleta de carbono no está salvando al planeta

 

No, tu bicicleta de carbono no está salvando al planeta. Si bien el discurso mundial es que la bicicleta es un medio de transporte limpio, que ayuda a mejorar la salud de las personas, a reducir las emisiones de carbono a la atmósfera e incluso a promover la autonomía, pocas veces nos preguntamos por la producción de las bicicletas y el impacto que puede tener en el ambiente.

Hace unos días Aston Martin, esa marca de autos deportivos de lujo, anunció una alianza con J. Laverack, marca inglesa especializada en bicicletas de muy alta gama, para fabricar lo que llaman «la bicicleta de carretera más personalizada, avanzada y mejor diseñada de todo el mundo». Aston Martin no es la única marca de autos de lujo que están incursionando en el mercado de bicicletas de gama alta. En 2014 BMW lanzó una colección de bicicletas de montaña y en fechas más recientes estableció una colaboración con la marca italiana 3T para hacer una bicicleta de ruta de carbono, con sillín Brooks incluido (la icónica marca británica de asientos de cuero; carísimos, por cierto). El asunto no para ahí: Jeep, Audi y Porsche cuentan con una línea de bicicletas eléctricas de montaña; mientras que Lamborghini y Cevélo desarrollaron una bicicleta con componentes de la marca italiana Campagnolo, obviamente es una bicicleta ultra exclusiva, con una producción de menos de 100 unidades para todo el mundo.

¿Por qué las marcas de autos de lujo están apostando al mercado de bicicletas? la respuesta es muy simple: porque es un gran mercado, con un desarrollo enorme que pinta para seguir aumentando en los siguientes años. La estimación del mercado mundial de bicicletas en 2023 se calcula en 59.90 mil millones de dólares, con una proyección al 2028 de 66.22 mil millones; muchísimo dinero, ¿no?

Por supuesto que el mercado, ese ente que todo lo convierte en mercancía, tiene un interés en que las bicicletas continúen siendo objeto de consumo, tanto desechable como de lujo. Cuando hablo del consumo desechable, estoy pensando en los modelos de bicicletas de renta, que en China terminaron en enormes cementerios, como el de la ciudad de Shenyang, donde cientos de miles de bicis están oxidándose a la intemperie.

Al masificar el mercado, es evidente que la producción de bicicletas tiene repercusiones en el ambiente. Seamos claros: es innegable que la bicicleta tiene muchos beneficios ambientales en comparación con los autos y otros vehículos motorizados, incluso con los eléctricos. Sin embargo, las bicicletas no surgen de la nada, son producto de un proceso industrial, que incluye la extracción de los materiales, manufactura, distribución, publicidad, venta, disposición final y todos los momentos de cualquier producto que se comercialice, un proceso que invariablemente tiene un impacto ambiental.

Por ejemplo, las bicicletas de carbono (tan deseadas por muchas personas ciclistas) tienen un enorme impacto ambiental. Prácticamente son desechables; aunque sí pueden llegar a reciclarse, es costoso y complicado, además, el material sufre modificaciones, por ello no podría usarse de nuevo, por ejemplo, en otra bicicleta. Hace unos 3 años se viralizó un tiradero de bicicletas de la marca española Orbea, en el que se ve literalmente una montaña de cuadros de bicicleta. A raíz del video Orbea declaró que eran testeos de calidad y cambios de garantía, que reciclaban todo lo reciclable por en cuanto al carbono… pues eso, estaban investigando qué hacer con él sin resultados aún.

En 2021, la marca Trek dio a conocer un estudio de sostenibilidad de sus bicicletas según el material del que están hechas, en el que muestra la obtención y modificación de materiales, producción y transporte. En resumen, el reporte indica que fabricar bicis de fibra de carbono produce 3 veces más emisiones de CO2 que hacerlas de aluminio; además, algo que se veía venir es que las bicicletas eléctricas contaminan más que las tradicionales y otro punto importante ya no sobre la producción sino sobre la distribución, es que el envío por avión es ¡84 veces más contaminante! que el trasporte marítimo.

Las bicicletas de aluminio, el siguiente material más usado, también encierran un dilema ambiental: el lodo rojo. El proceso de extracción de aluminio es complejo e incluye el uso de sosa cáustica a alta temperatura y baja presión. El desecho de este proceso es el “lodo rojo”, un compuesto alcalino muy contaminante, con el que no puede hacerse nada más que almacenarlo, esperando que no se derrame y cause una catástrofe ambiental, como ya ocurrió en 2010 en Hungría, donde se derramó más de un millón de metros cúbicos de este lodo, inundando varias aldeas cercanas, dejando a 10 personas muertas y a más de 120 con quemaduras, además de la contaminación que causó en ríos locales y la muerte de muchísimas especies. Tan grande fue el desastre que la empresa húngara fue multada con 647 millones de dólares por daños ambientales (inevitable pensar en la irrisoria multa de 24 millones de pesos a Grupo México por la contaminación del Río Sonora).

Si el carbono es más contaminante que el aluminio y el aluminio también tiene riesgos ambientales, ¿qué tipo de bicicleta nos queda? Simple: el acero, como lo fue durante muchísimos años antes de que aluminio y carbono entraran en escena. Bicicletas de acero, resistentes, reciclables y fácilmente reparables; más pesadas es cierto y más lentas, también.

Quizá sea un punto de inflexión para volver a las bicicletas de acero. No serán esas bicicletas que puedes sostener con un dedo ni las más rápidas, pero sí serán menos contaminantes. Además, ¿de verdad queremos ir siempre rápido como en una carrera? Tal vez sea momento de repensar la forma actual de hacer las cosas: rápido y en competencia, incluso con uno mismo. Hago un voto por volver al acero; como dicen los angloparlantes: steel is real.

*Comunicador de ciencia. Instagram: @Cacturante