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Cuéntame una de bacterias

 

Los rumores son ciertos: las bacterias resistentes amenazan la supervivencia del mundo. Aunque no son todas ellas, sino específicamente aquellas que pueden infectar a plantas, animales y a la especie humana, es decir, bacterias patógenas. Las bacterias resistentes son aquellas que, como su nombre lo dice, resisten el efecto de los antibióticos, que son los fármacos utilizados para matar a las, o evitar que se reproduzcan, las bacterias.

No obstante, los antibióticos solo tienen efecto sobre las bacterias, no tienen efecto sobre otros microorganismos que también producen enfermedades, como virus, hongos o parásitos. A pesar de eso, los antibióticos se toman de forma indiscriminada. Seguro conocen al menos un caso de alguien que ante cualquier síntoma de gripe se pone una inyección de penicilina, o que toma antibióticos orales al sentir picor en la garganta.

Este uso indiscriminado es uno de los factores que han influido en la aparición de bacterias resistentes y aunque parezca exagerado, está más que justificada la preocupación de los organismos internacionales y las agencias de la salud de los países por evitar que regresemos a una era pre antibióticos, cuando una infección que hoy es leve podía matarnos.

Cuando hablamos de bacterias solemos pensar que todas nos causan enfermedades, pero nada más alejado de la realidad. Las estimaciones indican que solo el 1% de las especies de bacterias que existen causan enfermedades a la humanidad, es decir, que el 99% del millón estimado de especies de bacterias en el planeta no nos afectan para nada, incluso, muchas de ellas son benéficas para nosotros o para el planeta, participando en ciclos fundamentales para para el ambiente, como los del nitrógeno y del carbono.

De hecho, de no haber sido por las bacterias, la existencia como la conocemos en la Tierra no habría sido posible. Hace muchísimo tiempo, en el inicio de la vida en el planeta, un grupo de bacterias llamado cianobacterias comenzaron a hacer una reacción química que asociamos con las plantas: la fotosíntesis.

La fotosíntesis de las cianobacterias primitivas, hace unos 2,800 millones de años, posibilitó que la atmósfera se llenara de oxígeno, ya que durante esta reacción el agua y el dióxido de carbono se combinan para formar carbohidratos y liberar oxígeno. Este fenómeno, conocido como la Gran Oxidación (Great Oxidation Event, GOE), devino en la extinción masiva de unos microorganismos y el surgimiento de otros, así hasta llegar a seres más complejos de los que ya hablé (y seguiré haciéndolo).

Pero dejemos la historia de la vida en la Tierra para otro momento y volvamos al tema principal. Como decía, solo un 1% de las bacterias pueden causar enfermedades. Algunas de ellas han acompañado a la humanidad desde hace muchísimo tiempo. Hay referencias a la lepra (causada por Mycobacterium leprae) en el Papiro de Brugsch de 2400 a.e.c. y en códices egipcios e indios de 1400 a.e.c. Esta bacteria fue aislada por Gerhard Henrick Armauer Hansen en 1873, demostrando que la lepra era una enfermedad infecciosa. La tuberculosis, por su parte, (también causada por una micobacteria, M. tuberculosis) se encuentra referenciada en las culturas egipcias, griega y hay registros de ella en un cráneo encontrado en Turquía que alcanza el medio millón de años.

El caso de la tuberculosis es emblemático para hablar de resistencia. Antes del descubrimiento de los antibióticos y el uso generalizado para tratar enfermedades causadas por bacterias, la tuberculosis era casi siempre fatal. De acuerdo con Sylvia Cardoso Leão y Françoise Portaels, a principios del XVII inició una epidemia de tuberculosis en Europa, con una duración de 200 años, que más tarde se llamaría la “Gran Peste Blanca”, convirtiéndose en la principal causa de muerte.

No fue hasta la Segunda Guerra Mundial (1944) que se aisló la estreptomicina, proveniente de una bacteria común en el suelo, Streptomyces griseus. El mismo año se produjo y probó por primera vez otro fármaco para la tuberculosis, el ácido paraaminosalicílico, que durante algún tiempo se utilizaron juntos como tratamiento. Sin embargo, M. tuberculosis rápidamente mostró resistencia a la estreptomicina, lo que sería el augurio de una complicada lucha por evitar, por un lado, la proliferación de la tuberculosis resistente y, por el otro, lograr un tratamiento eficaz.

Como el tratamiento de la tuberculosis dura unos 6 meses, un paciente que lo toma de forma inadecuada o incompleta tiene un alto riesgo de generar resistencia a los medicamentos, lo que se conoce como tuberculosis multidrogorresistente (TB-MDR).

De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en 2022 la tuberculosis fue la enfermedad infecciosa que más muertes causó en el mundo, solo después de COVID-19, con 1.3 defunciones. Respecto a la TB-MDR, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en 2016, casi medio millón de personas en todo la contrajeron. En algunos países, afirma la OMS, cada vez es más difícil tratar la TB-MDR. Las opciones de tratamiento son limitadas y caras, los medicamentos recomendados no siempre están disponibles y los pacientes sufren muchos efectos secundarios. En algunos casos, puede aparecer una tuberculosis aún más resistente, como la llamada XDR-TB, reportada en 117 países.

Ante un panorama que parece desolador y casi irresoluble, hay muchas cosas que aún pueden hacerse, desde distintas perspectivas. Sin bien es cierto que el uso inadecuado de los antibióticos es uno de los principales factores de la resistencia, lo es también el uso en agricultura y ganadería.

Además, debemos considerar que la resistencia es un fenómeno inevitable. La aparición de genes de resistencia es una estrategia natural, evolutiva, es la forma en la que las bacterias están buscando sobrevivir.

Si usar antibióticos acelera la resistencia y no dejaremos de usar antibióticos para curarnos, la pregunta es qué podemos hacer. La respuesta va hacia la prevención de las infecciones. No necesitamos usar antibióticos si no tenemos infecciones y para lograr esto hay varias estrategias el acceso al agua potable, saneamiento y la higiene (WASH); lo que está respaldado por estudios, incluso a nivel genómico; las coberturas de vacunación también tienen un papel muy importante en la prevención de infecciones y por tanto en la mitigación de la resistencia.

Desafortunadamente, muchas de estas intervenciones no son una realidad en los países de ingresos bajos, ubicados generalmente en el Sur Global. Marc Mendelson y colaboradores publicaron recientemente un artículo en Lancet en el que explican que el Sur Global se ha visto perjudicado por una visión centrada en el Norte de la mitigación de la resistencia a los antimicrobianos (RAM), y que la evidencia actual sugiere “que la prevención de infecciones, en lugar de la investigación y el desarrollo de nuevos antibióticos, es la clave para mitigar la RAM en el Sur Global […] Un objetivo de prevención de infecciones (que incluya una máxima cobertura de WASH y vacunas) ayudaría en cierta medida a rectificar la inequidad y generar importantes beneficios colaterales para transformar las vidas de las personas que viven en el Sur Global”.

¿Por qué será que la inequidad entre norte y sur parece atravesarlo todo?

*Comunicador de ciencia / Instagram: @Cacturante

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Imágenes, cortesía del autor

(hay que hacer un collage como los que envía y usar las tres fotos en una sola imagen, por favor)