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¿El verano más frío del resto de nuestra vida?

Agustín B. Ávila Casanueva*

¿Por qué has creado el infierno, Dios mío? ¿no habías creado Cuernavaca?

Manuel Gutiérrez Nájera

Como bien dice Gutiérrez Nájera en la narración de su viaje por Cuernavaca, “bien sé que puede sudarse más en otras partes”, pero esta tercera ola de calor de la que fuimos víctimas la semana pasada, y que convirtió a Cuernavaca —y a casi cualquier ciudad en el hemisferio norte— en un “Sudatorium con honores de ciudad”, generó una marejada de memes y demás reflexiones sobre el futuro climático de nuestro planeta. Varios de ellos, en una resignación apocalíptica, afirmaban que este sería el verano más fresco que tendríamos durante el resto de nuestras vidas. Ya nadie reclama muchísimas cervezas y un montón de sombrerudos, sino más bien empezamos a sentir nostalgia por la agusticidad del fresco en la sombra del fresnito.

Pero ¿tienen razón los memes? ¿todo futuro será peor? Una ola de calor de esta intensidad, de esta duración y en junio es algo atípico, pero no es la única rareza extrema de este año. Para empezar, se nos adelantó El niño. Después de un fenómeno extendido de La Niña —que estuvo presente los últimos tres años— no esperábamos a su hermano climático sino hasta dentro de un par de años más. El Niño y La Niña son las fases calientes y frías del fenómeno climático llamado ENOS (El Niño Oscilación Sur), cuyas fases se alternan, pero no suelen seguirse inmediatamente, sino que acontecen con pausas de entre tres y ocho años. Pero las últimas mediciones de temperatura de la parte sur del océano Pacífico confirman que El Niño está completamente instalado y calentando la superficie del océano Pacífico.

Otra anomalía es la poderosa corriente de aire que ha mantenido a parte de Canadá bajo un domo de calor, dejando las condiciones óptimas para terribles fuegos forestales, que a su vez mantuvieron a Nueva York con cielos amarillos y uno de los peores niveles de contaminación del aire en la historia de la ciudad. Esta corriente de aire también ha generado temperaturas récord en el noreste del océano Atlántico.

Este aumento de temperatura, junto con el efecto global del ENOS, han intervenido para que la región del Atlántico que se ubica entre África y el Caribe ya haya rebasado las temperaturas esperadas para este año —que deberían de suceder, además, en septiembre—. Esto hace que el viento que proviene de África pierda fuerza, y por lo tanto haya menos polvo volando del Sahara hacia el Amazonas. Este polvo —que sirve para fertilizar la selva amazónica con hierro y fósforo—, logra concentrarse en suficiente cantidad como para hacer las veces de sombrilla sobre esta sección del Atlántico, bloqueando los rayos solares y ayudando a enfriar un poco la temperatura de la superficie marina. Al haber menos polvo, la superficie oceánica se calienta más, haciendo que el viento pierda fuerza, levantando menos polvo; y entrando en un ciclo de retroalimentación de calor.

Si bien es complicado ligar estas anomalías directamente al cambio climático, esto se debe más a que el clima es uno de los eventos más complejos que conocemos, que depende de una cantidad de variables casi inconmensurable, y por lo tanto es difícil apuntar dedos de manera tajante. Pero el capitaloceno es otra gran anomalía planetaria. Mientras algunos hacemos composta y decimos “no, gracias” con una sonrisa autocomplaciente cuando nos ofrecen un popote, el pasado 26 de mayo se registró un número récord de mayor cantidad de vuelos en un mismo día, con más de 253 mil. Esto es sólo una demostración más de que el 1% más rico de la población mundial ha sido responsable del 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero, casi el doble que el 50% más pobre del mundo, que fue responsable de sólo el 7%.

Entonces, si bien vendrán algunos veranos más frescos cuando vuelva La Niña y los vientos africanos ganen fuerza, los memes parecen tener razón, a menos que cambiemos nuestro sistema económico y de consumo, tendremos un clima cada vez más extremo. Y hay que prepararnos para ello. No solamente tomando agua, y cuidándonos del sol, sino haciendo planes de infraestructura que mitiguen el calor, cómo está empezando a planearse en California.

Además, los efectos sociales de las sequías y aumentos de temperatura tampoco pasan desapercibidos. La sequía genera una mayor migración tanto de nuestro país hacia Estados Unidos, así como una mayor migración interna de nuestra población. Un estudio realizado en México y en Estados Unidos calculó que, por cada grado centígrado de aumento promedio mensual en la temperatura, la tasa de suicidio aumenta un 2.1%. La sequía genera una mayor deserción escolar y el calor simplemente pone de malas, generando un ambiente social más violento, más caldeado.

Así que no suena tan mal la propuesta de las Gladis: dejemos a los más ricos dentro de sus casas, reduzcamos la emisión de gases de efecto invernadero y pidamos que las cumbres del clima, que el año pasado ocuparon 118 jets privados, se hagan en videollamada.

*Coordinador de la Unidad de Divulgación del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

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