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La percepción del silencio

Agustín B. Ávila Casanueva*

Enjoy the silence

Depeche Mode

¿Podemos escuchar el silencio? ¿O es nuestro cerebro interpretando una falta de estímulo como un silencio? Estamos escuchando algo activamente —además de nuestro corazón escalando nuestra faringe— después de un tenemos que hablar, o es nuestro cerebro llenando un vacío insostenible. Entre el destello del relámpago y el rugido del trueno, ¿percibimos una ausencia o sufrimos una ilusión?

Filosofía y ciencia se han debatido entre estas dos posibilidades. Normalmente pensamos que la percepción auditiva es la percepción de los sonidos y sus propiedades: los inconfundibles llamados de nuestro perro, el ritmo de nuestra canción favorita, los rechinidos de nuestra casa. Sin embargo, también experimentamos el silencio. ¿Qué sucede durante estas experiencias? Una explicación es que simplemente no logramos percibir ningún sonido y entonces inferimos que estamos en un ambiente silente. Es decir, que el silencio no es realmente una forma de escuchar. La contrapropuesta, desde un lado más filosófico, es que escuchar el silencio no es necesariamente que fallemos en escuchar algún sonido, sino un caso de una percepción exitosa, es decir, somos capaces de escuchar activamente el sonido.

Para poder comprobar esta segunda hipótesis, los investigadores Rui Zhe Goh, Ian B. Phillips y Chaz Firestone, de la Universidad de Johns Hopkins en Estados Unidos, diseñaron una serie de experimentos a los que llamaron ilusiones de silencio. Sus experimentos, publicados el lunes anterior en la revista PNAS, se agrupan en tres maneras de generar ilusiones en las que un silencio sustituye a un sonido. Según los autores del artículo: “Cuando nuestro sistema auditivo percibe un sonido, parte los estímulos continuos en representaciones discretas […] Siguiendo esta lógica, si nuestro sistema auditivo realmente trata a los silencios como objetos auditivos genuinos y construye representaciones de estos —al igual que lo haría con el sonido—, los periodos de silencio deberían de ser capaces de generar distorsiones, o ilusiones, parecidas a las que genera el sonido”.

El primer grupo de experimentos se enfocó en la ilusión “Uno es más”. Aquí se le pidió a un grupo personas que escucharan una grabación que contenía un sonido ambiental —una cafetería, un patio de juegos o un mercado— que también contenía un periodo de silencio a la mitad de la grabación. Las y los participantes también escuchaban una segunda grabación idéntica, solamente que en esta el periodo de silencio —que duraba exactamente lo mismo que en la otra grabación— era interrumpida por un sonido muy breve en el medio. Al preguntarles que cuál secuencia duraba más, si la de un silencio o la de dos, 84 de los cien sujetos que participaron dijeron que la secuencia de un solo silencio duraba más. Esta respuesta es muy parecida a la que se obtiene cuando la ilusión se hace al revés, midiendo sonidos en vez de silencio.

El segundo grupo de experimentos se basó en una ilusión visual, en la que un par de puntos equidistantes se perciben más lejanos si están enmarcados por un objeto —como un rectángulo— que si solamente se muestran en un fondo vacío. Así que ahora se le pidió a otro grupo de cien personas que escucharan una grabación en la que había un ruido ambiental, seguido de un silencio y terminaba con el mismo ruido ambiental. En medio del silencio sonaban dos tonos con una diferencia de unos cuantos segundos. La segunda grabación contenía solamente los tonos —separados por la misma cantidad de segundos—, sin ruido ambiental. En esta ocasión, 94 de las cien personas volvieron a caer en la ilusión auditiva y afirmaron que los tonos de la primera grabación —la que contenía ruido— se encontraban más separados que los de la segunda grabación.

El tercer experimento se enfocó en generar una ilusión utilizando silencios parciales. Las y los participantes de este experimento, que ahora sumaban cuatrocientas personas, escucharon grabaciones en las que había dos sonidos sobrelapados, una nota alta de un órgano y el sonido de un motor. Además, las grabaciones incluían cuatro silencios de alguno de los dos sonidos, la nota o el motor, de la misma duración. En la primera grabación, se añadía un quinto silencio idéntico a los anteriores, es decir no solamente duraba lo mismo, sino que lo que se silenciaba también era la nota o el motor, según correspondiera; y en la segunda grabación, el quinto silencio también tenía la misma duración, pero silenciaba al otro ruido. En esta ocasión, 367 sujetos dijeron que el último silencio de la segunda grabación, el que silenciaba una fuente de sonido diferente, tenía una mayor duración. Si ustedes desean hacer cualquiera de los experimentos, abran el siguiente link en Google Chrome: https://www.perceptionresearch.org/silence/

Estos experimentos, según los autores del artículo, no solo muestran que los silencios son objetos genuinos de la percepción, es decir, que sí los escuchamos activamente. Y no sólo eso, con el tercer experimento, se propone que distintos silencios “suenan” distinto. Esto no solo nos invita a, como diría Depeche Mode, disfrutar el silencio activamente, sino que abre las puertas a muchas más investigaciones. Si bien, y esto es lo que creo más interesante, el silencio es una ausencia, ahora se nos invita ahora a estudiar la percepción de las ausencias con el resto de nuestros sentidos.

*Coordinador de la Unidad de Divulgación del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

Silencio. Fotografía de Aftab Uzzaman. Compartido bajo licencia (CC BY-NC 2.0)

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