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Dos u ocho

Cuando murió mi madre no sólo me dejó muebles y una cuenta en el banco. Además de varias cajas de libros y una olla donde no se me quema el arroz, llevo su herencia en mis venas.

Mi madre solía decirme que mi tipo sanguíneo es A+, decía que la A la heredé de ella, y lo positivo de mi padre. Mi padre dice que mi sangre es A-.

Mi herencia también son mis genes. Es el ácido desoxirribonucléico encerrado dentro del núcleo de todas mis células. Dos espirales enroscándose. Una misma escalera de caracol que sube y baja.

Soy/Somos la mitad de cada uno de nuestros padres, un cuarto de nuestros abuelos, un octavo de nuestros bisabuelos, un dieciseisavo de …

Siguiendo esta cuenta, estoy obligado a dar mi vida por dos de mis hermanos u ocho de mis primos.

Mis genes cuentan mi historia.

Escrita en un código de cuatro letras esta es una historia que puedo rastrear por todo el mundo.

Tengo un 10 por ciento de árabe que conquistó España y se sentía muy valiente, hasta que fue perseguido y se tuvo que cambiar el apellido para llamarse Ávila. Me heredó genes llamados ojalá, almohada, jaqueca, y alacrán; y que hacen que mi lengua vaya hacia mi paladar, como si fuera el techo de una mezquita.

Tengo otro 10 por ciento que llegó sin nombre ni libertad desde distintas partes de África. Que tuvo que aprender a hacer comunidad entre otros esclavos con quienes no compartía lengua, ni tradiciones, ni dioses. Me dejó genes llamados: candombe, chimpancé, vudú, zombi. Y hacen que mis labios se sientan más gruesos.

Hay otro 30 por ciento que trajo espejos desde Europa, y los cambió por oro y plumas de quetzal. Impuso sus genes sobre los genes nativos, y aunque estaban hechos de las mismas cuatro letras, ellos insistían en que valían más.

Hay un 50 por ciento de mi genoma que pertenece a quienes sembraron tierra en este lago y me legaron genes como apapacho, chocolate, ajolote, y tlapalería. Y me dan un sentido de pertenencia.

Ese 50 por ciento no sólo se ocupó de su herencia. Para crear la milpa, cambió los genes del maíz, del frijol, de la calabaza, y del chile. Aunque comer picante se aprende. Eso no está en los genes.

¿Y yo? ¿Puedes encontrar mi rama dentro del árbol de la humanidad? ¿Puedes recordar mi lunar entre otros mil? ¿Diez mil? Somos siete mil millones y nuestro ADN es 99.9 por ciento idéntico. Pero hay un 0.1 por ciento que me hace único. Un 0.1 por ciento que tú no vas a tener.

Esa es mi herencia.

No sé si la pasaré a la siguiente generación.

Pero los tengo aquí, y ustedes ya la escucharon, así que ahora estoy obligado a dar mi vida por ocho de ustedes.

Aunque, si me pusieron suficiente atención, me bastan sólo dos.

*Coordinador de la Unidad de Divulgación del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.