loader image

 

Los africanos liberados de Santa Elena

 

Santa Elena, una isla ubicada en el sur del océano Atlántico entre las costas de Brasil y Angola, fue descubierta el 21 de mayo de 1502 por barcos portugueses comandados por el gallego João da Nova. Según otros registros fue descubierta el 3 de mayo, día en que se celebra que Santa Elena —la persona, no la isla— descubre la Vera Cruz, según la tradición cristiana. El historiador portugués Gaspar Correia propone que quien descubrió la isla en realidad fue su compatriota Don Garcia de Noronha, entre 1511 y 1512. Lo que sí sabemos es que la isla estaba deshabitada, pero conforme fue tomando interés como punto de descanso y reabastecimiento de víveres, fue cayendo en manos de Portugal, las Provincias Unidas de los Países Bajos, la Compañía Británica de las Indias Orientales, a ser declarada colonia de la corona inglesa y posteriormente territorio británico de ultramar, condición que mantiene hasta ahora. Así, una isla que ha pasado por distintas identidades y duda de su origen se convierte en el escenario idóneo para una investigación sobre las migraciones —forzadas— de sus moradores.

Durante los siglos XVI y XIX, más de doce millones de personas fueron secuestradas en África para ser vendidas en esclavitud en América, muchas de ellas llegando a México. Santa Elena, colocada justo entre África y América del Sur, jugó un papel importante tanto en la trata como en la abolición de la esclavitud. En 1792 la importación de personas en situación de esclavitud se prohibió en la isla y en 1818 el gobernador liberó a las y los niños nacidos de personas esclavizadas. Para 1827, seis años antes de que el parlamento inglés prohibiera la esclavitud en sus colonias, Santa Elena había emancipado a las ochocientas personas esclavizadas que habitaban en la isla. Y en 1840 los británicos instalaron una corte en la isla que operó durante 27 años y condenó a cerca de 450 barcos traficantes de personas.

Esto permitió que entre 1840 y 1867, cerca de 27,000 personas liberadas —conocidas como africanos liberados— llegaron a Santa Elena, más de cinco veces la población total de la isla. Desembarcaron de barcos ingleses que habían interceptado a navíos dirigidos a América para vender a las personas secuestradas. Muchos de los africanos liberados no se quedaban mucho tiempo en la isla, sin embargo, aquellos que decidían quedarse se les recibía dentro de la sociedad elénica y es claro que muchos de sus descendientes siguen viviendo en la isla actualmente. Sin embargo, al igual que la isla misma, sus orígenes no son claros. No hay un registro que indique de dónde provenían exactamente estas personas.

Entre el 2007 y el 2008 en excavaciones realizadas al norte de la isla —como parte de la construcción del primer aeropuerto— se descubrieron dos grandes cementerios. En total, se encontraron restos de 325 individuos en 178 tumbas. Es muy probable que estos restos pertenecieran a los africanos liberados que habitaban la isla y que murieron a mediados del siglo XIX. Si bien los pobladores actuales de la isla tuvieron sentimientos encontrados sobre la exhumación de los cuerpos, lo aceptaron como una necesidad. Los restos se volvieron a enterrar en agosto del 2022 durante una ceremonia fúnebre, y se hará un memorial que busque mostrar más información y conmemorar a los africanos liberados.

Ahí es donde entra la investigadora mexicana Marcela Sandoval. Ella, junto con un grupo de colaboradores —incluyendo a otros cuatro mexicanos, todos ellos graduados en Morelos, y a una investigadora de Santa Elena—, lograron hacer una extracción de ADN de veinte individuos, y con ello, suficiente información como para dar un estimado del lugar de origen de los africanos liberados, basándose en una comparación con otras secuencias genéticas de personas de todo el mundo. No sin antes haber discutido el proyecto con miembros de la comunidad de Santa Elena y haber obtenido su permiso para realizar los estudios.

Los datos genéticos —publicados el pasado 7 de septiembre en la revista American Journal of Human Genetics— apuntan a que estos africanos liberados probablemente provenían de alguna zona entre Angola y Gabón, aunque no todos provenían de la misma región. Es decir, es muy probable que las personas que llegaban de esta manera a Santa Elena eran étnica y lingüísticamente diversos. Esto también se observa en registros previos que mencionan distintos idiomas —provenientes de Angola y el Congo— presentes en la isla.

Otra de las confirmaciones es que la mayoría de los restos estudiados —17 de los 20— pertenecían a hombres, remarcando la disparidad de género de la diáspora africana donde se calcula que dos tercios de las personas en situación de esclavitud que llegaron a América eran hombres y sólo un tercio eran mujeres.

Estos estudios también generaron un interés dentro de algunos pobladores actuales de Santa Elena quienes ya han tomado pruebas de ADN para saber si son descendientes de alguno de los africanos liberados. La investigación realizada por Marcela y sus colaboradores está generando nuevas herramientas para discutir los orígenes e identidad de una sociedad, así como la creación de elementos educacionales que acompañarán al memorial de los africanos liberados.

*Coordinador de la Unidad de Divulgación del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

La ceremonia del nuevo entierro de los africanos liberados en Santa Elena. Fotografía de E. Weaver