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De monjas histéricas e historias del pulque: 250 años sin el Mercurio Volante

Agustín B. Ávila Casanueva*

Este próximo viernes 10 de febrero se cumplirán 250 años de que se publicó el último número del que fuera el primer periódico médico producido en América: el Mercurio Volante. El nombre completo de la publicación fue: “Mercurio Volante, con noticias importantes y curiosas sobre varios asuntos de física y medicina”, y la autoría corría a cargo de José Ignacio Bartolache. Escrito en español y dirigido a cualquier persona que supiera leer en la Nueva España, el Mercurio logró publicar dieciséis números —en entregas casi semanales— entre 1772 y 1773.

José Ignacio Bartolache y Díaz Posada nació en Guanajuato el 30 de marzo de 1739, donde cursó sus estudios de primaria. Bartolache mostró un gran talento para los estudios, llamando la atención de un benefactor anónimo quien lo llevó a la capital novohispana donde estudió filosofía en el Colegio de San Ildefonso. Después de algunos tropiezos eclesiásticos en el Seminario Conciliar, Bartolache empieza a dar clases de primaria acá en Mazatepec, hasta que otros benefactores le procuraron los medios para estudiar medicina, de regreso en la capital.

En 1766 obtuvo el título de bachiller en medicina, “día en que hice mi tal cual ruido y llevé aplausos”, describe el mismo Bartolache. Junto con su amigo, también filósofo y escritor, José Antonio Alzate, hicieron mediciones astronómicas como el tránsito de Venus sobre el disco solar el 18 de mayo de 1769. Una medición que, según Alzate, “ha merecido ser colocada entre las que publicó la Real Academia de Ciencias de París”.

En 1772 Bartolache obtiene el grado de doctor, pero confesando que “no le acomodaba visitar enfermos”, se decide a escribir el Mercurio Volante. Desde su segundo número, Bartolache deja claro que escribe para el vulgo y para las mujeres, “sexo inicuamente abandonado y despreciado como inútil para las ciencias nomás que por haberlo querido así los hombres, y no por otra razón”. Que escribe en español, porque “el latín sólo es necesario para entender libros latinos, pero no para pensar bien, ni para alcanzar las ciencias, las cuales son tratables en todo idioma”.

En el sexto número, Bartolache discute un “mal endémico” que se esparcía entre las monjas de México y Puebla. Esto a causa de una reforma que inició en 1769, impulsada por Francisco Antonio Lorenzana y Francisco Fabián y Fuero, sobre los conventos de monjas que intentaban reducirlas a la vida común. Es decir, que estas monjas —en su mayoría pertenecientes a familias acomodadas—, dejaran los privilegios de los que gozaban en sus conventos y volvieran a la vida de las celdas comunes, comidas comunes y vidas comunes. Esto les generó un mal histérico que era llamado latido. Bartolache, admitiendo que “no son muchos los autores que escribieron tratados propios acerca de las enfermedades de las mujeres” —qué poco hemos avanzado en 250 años en esta cuestión—, y que las causas y factores parecen ser múltiples, se atreve a enumerar una serie de posibles causas: “La primera es el abuso del dulce y del chocolate. La segunda el vestido ajustado, supuesta la inacción o falta de ejercicio. La tercera, la perversa costumbre de recogerse a dormir y despertarse tarde”. Añadiendo también que —ya desde esa época— “siendo México una ciudad populosísima, abunda sobremanera en inmundicias y malos vapores que hacen el aire malsano y corrompido”.

El médico recomienda evitar estas causas para alejar el mal histérico, indicando que la recomendación de la época para que una mujer religiosa se ejercitase era “que se tome por la mañana, estando en ayunas alguna ropa no muy ligera y conteniendo la respiración se sacuda varias veces. Así se agita el pulmón y casi todos los músculos y se acelera el movimiento de la sangre por venas y arterias”.

Bartolache dedica los siguientes tres números a la historia, comercialización y experimentos propios alrededor del pulque, bebida que describe “un verdadero vino, pero flojo y de poco espíritu, disipado y casi a medio fermentar”, aunque añade: “más no por eso pretendo reprobar esta bebida como nociva o como inútil. Bien lejos estoy de eso”. Haciendo pruebas con pulques con distintos tiempos de fermentación y añadiendo vinagre y aceites intentando describir sus componentes y propiedades, una de las conclusiones a las que llega es que: “es pues un licor extremadamente flatulento y por esta parte hace mucho por la digestión de los alimentos sólidos, pues el aire enrarecido con el gran calor del estómago brota de todas partes insinuándose, dividiendo y agitando cuanto encuentra”.

En los siguientes números del Mercurio Volante podemos encontrar Consejos para vivir mucho tiempo, traducciones de importantes textos europeos y otros tratados médicos. A 250 años de su última aparición creo que hay mucho que celebrarle y por aprenderle al Mercurio. ¡Que se siga leyendo por otros 250 años más!

*Coordinador de la Unidad de Divulgación del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

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