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Aideé Tassinari Azcuaga*

Encontré a Doña María Rosa en la entrada de una playa en el Caribe. Me vendió un cafecito por un precio 6 veces menor que en cualquier otro lugar para turistas. A las 7 de la mañana instala su venta del “tintico” azucarado, agua, refrescos y cervezas y se retira a las 8 de la noche. Su negocio provee de líquidos a las personas que durante el día recorren la playa vendiendo lo mismo que se ofrece en cualquier costa: sombreros, cocadas, tatuajes, collares. El dinero que ella envía a su familia que se halla en un país vecino, viene de trabajadores precarizados de la playa, 90% afrodescendientes. Doña María vive preocupada porque su nieto de 19 años está encarcelado en Estados Unidos. Se entregó a las autoridades de migración en mayo pasado cuando se suspendió el Título 42, el que Donald Trump decretó en 2020 para impedir el paso de migrantes, el joven creyó que ese acto voluntario le permitiría solicitar asilo.

América Latina tiene una oferta turística que en las últimas tres décadas tendió a homogeneizar el goce vacacional de las clases medias de la región. Buscan consumir lo mismo en Santiago, Bogotá, Buenos Aires o la reciente marca CDMX. Los litorales latinoamericanos son iguales a sí mismos en cuanto a la explosión inmobiliaria que ocupa las playas y desplaza a la población originaria a las goteras de las ciudades. El consumo turístico de masas clasemedieras es indiferenciado y disneyifica la diversidad cultural de las regiones del continente. El conocimiento de lo local es folclore, es una mirada superficial y, lo principal, es para tomarse fotos. Al desierto de Atacama en Chile llegan centenares de camiones con turistas que brindan con vino y chetos para celebrar el atardecer, trepados en las rocas ancestrales, ignorantes de la resistencia de los pueblos indígenas que, muy cerca de Atacama, denuncian la destrucción de los salares para la extracción de litio por parte de la Mitsubishi.

Los Centros Históricos de arquitectura colonial se han convertido en edificios intervenidos, en muchos casos rescatados con financiamiento privado. En la arquitectura colonial se despliegan, hoteles, boutiques y restaurantes de comida fusión. Las mercancías y la comida tienen los mismos precios en dólares. No importa el lugar. En todos los casos la población ha sido desplazada por el encarecimiento de las rentas. Los turistas malgastan cinco veces más agua que lo que consume una familia promedio. Es inocultable que a unos cuantos kilómetros de las zonas límpidas donde se alojan los turistas, las personas reales no tienen agua potable o sus paisajes se convierten en basureros. Es un turismo de masas que produce y reproduce zonas de sacrificio, es decir, lugares donde las personas no alcanzan empleos dignos y los bienes comunes se pierden. Aparece la disputa por el territorio, el agua, la identidad cultural, el paisaje y se profundiza la desigualdad. Llegan, indefectiblemente, la trata de personas y las drogas. Pareciera que los litorales caribeños de nuestra América Latina son zonas francas para el tráfico de drogas, de personas y la extorsión.

Según la Organización Mundial de Turismo en los primeros tres meses de 2023 cerca de 235 millones de personas viajaron internacionalmente. El turismo de masas es extractivista porque de forma similar a la minería a tajo abierto, la producción de agrocultivos y maderas para exportación, la pesca de arrastre o la creación de granjas salmoneras, solo se desarrolla a través del capital extranjero y su apropiación de los territorios de propiedad social como ejidos o terrenos nacionales. Los impactos positivos sobre las poblaciones locales son limitados. Se generan algunos empleos en la industria restaurantera y hotelera mientras una amplia población se precariza. El turismo de masas es un nicho de mercado internacional de las grandes corporaciones. La paradoja es que, en el anhelo de la exclusividad, las clases medias consumen y hacen lo mismo en sus vacaciones. Todo el mundo se toma la selfie con el mismo ademán.

*Profesora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México