loader image

Víctor Manuel González

El cáncer es un mal que ha asolado cual Atila a toda la humanidad desde sus más remotos comienzos. Según Siddhartha Mukjerhee en su libro “El Emperador de Todos los Males”, el cáncer no es una sola enfermedad sino muchas con un elemento común: el crecimiento anormal de cualquier célula del cuerpo humano. Eso es precisamente lo que le sucedió a Henrietta Lacks, una mujer de 31 años, cuyas células descontroladas del tejido del cuello uterino terminaron por desarrollar el cáncer que ocasionó su muerte en 1951. Involuntariamente, porque nunca fue solicitado su consentimiento para el uso de sus células malignas en la investigación, estas células fueron su muerte, y su extraordinario legado.

Semanas antes del deceso de Henrietta Lacks, el Dr. Howard Jones, médico a cargo de su tratamiento en el Hospital Johns Hopkins en Maryland, Baltimore, EE. UU., tomó una muestra del tumor. Las células cancerosas de Henrietta fueron a dar al laboratorio de cultivo de tejidos dirigido por el Dr. George Otto Gey, en el mismo hospital. Por esos años, el cultivo de células humanas en el laboratorio era un objetivo científico de gran valor, pero infructuoso. Inútilmente los investigadores habían ensayado diversas células, pero estas inevitablemente morían, al cabo de algunos días. Sorprendentemente, las células tumorales obtenidas del cuello uterino de Henrietta, podían reproducirse infinitas veces, en un medio de cultivo confinado en el laboratorio, sin pérdida de vigor reproductivo. Llamadas a partir de entonces “células HeLa” por las primeras letras de Henrietta Lacks, fueron las primeras células inmortales obtenidas con propósitos de investigación científica.

Como se demostró en años posteriores, el uso de las células HeLa simplificó el esfuerzo para estudiar los factores implicados en el desarrollo del cáncer, y ayudaría en diversas investigaciones relacionadas con la salud humana. Una búsqueda rápida por el internet en la Biblioteca Nacional de Medicina, conocida como Pubmed del gobierno de EE. UU., resulta en más de 110,000 artículos científicos relacionados con la célula HeLa hasta la fecha. Entre ellos destacan los estudios para desarrollar la vacuna de la poliomielitis, los efectos del virus de inmunodeficiencia adquirida, y el descubrimiento del receptor para el SARS-Cov-2, muy recientemente.

Henrietta Lacks perteneció a una familia afroamericana que vivió en la pobreza y marginación social impuesta por la política discriminatoria de aquellos años en los EE. UU. Admitida en el Hospital Johns Hopkins, recibió la mejor terapia de radiaciones contra el cáncer disponible en su tiempo. La agresividad del cáncer termino dispersándolo en todos sus órganos y una falla renal puso fin a su vida.

La familia Lacks nunca tuvo conocimiento del uso de las células de Henrietta hasta 1973, cuando un grupo de investigadores les solicitó la donación de sangre para un estudio genético. Aunque la familia Lacks se mostró orgullosa de los miles de vidas salvadas con las investigaciones con las células HeLa, el uso de estas sin consentimiento de la familia fue motivo de enojo y el origen de serias disputas con el Hospital Johns Hopkins. Aunque el Hospital ni los médicos e investigadores que trataron a Henrietta se beneficiaron económicamente del descubrimiento de las células HeLa, diversas compañías biotecnológicas obtuvieron grandes ganancias con su comercialización aún después de que se conociera el origen de las células.

Este conjunto de acciones deja mucho que desear éticamente. En tiempos de Henrietta aún no se establecía el consentimiento informado para que los pacientes pudieran decidir el destino del material biológico obtenido de su cuerpo. El derecho a la información médica que todos los pacientes y sus familias deben recibir también fue vulnerado. La carencia de soportes legales no exime a los investigadores de esa época de la responsabilidad ética con su paciente. Recientemente, el Hospital Johns Hopkins y la compañía Thermo Fisher Scientific han llegado a acuerdos con la familia Lacks, tanto por el lado académico como el comercial. Aunque estos acuerdos son una forma de subsanar lo hecho a espaldas de una mujer sin salvación y una familia con lo mínimo para vivir en tiempos por demás difíciles, la inmortalidad de las células de Henrietta Lacks han dejado una lección ética profunda y un legado científico incalculable para la humanidad.

vgonzal@live.com

 

Foto: Onsience

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *