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Roberto Abe Camil*

Más allá de las muy particulares y respetables cuestiones de fe que se amparan bajo el Derecho de Libertad de Culto, es innegable la presencia de la Iglesia de Roma en la memoria histórica mexicana. A la cruenta conquista de Anáhuac, le sucedió la evangelización, que precisamente en los altos de Morelos tuvo uno de sus puntos de partida. Este proceso no solo entrañó la conversión al catolicismo, a veces tersa a veces no, de los vencidos, sino uno de los pilares que a través del mestizaje constituyeron la identidad que surgió de la nueva raza.

La Iglesia Católica se convirtió en un ente de primer orden en la sociedad primero novohispana y después mexicana, a la par de su poder económico se consolidó como un poder político, no en vano varios arzobispos fueron virreyes, Hidalgo y Morelos sacerdotes y el clero un poderoso sostén del partido conservador en el México independiente. Con Juárez se puso un dique al influyente clero mexicano a través de las Leyes de Reforma y la separación de iglesia-estado.

Pero Juárez que ha pasado a la historia como el paladín del anticlericalismo por antonomasia, no fue el único que se enfrentó a la iglesia, Maximiliano resultó ser para decepción de conservadores e imperialistas un consumado liberal negándose a devolver a la iglesia los bienes expropiados y llegando al extremo de forzar la salida del Nuncio Apostólico Pier Francesco Meglia.

Porfirio Díaz tuvo el tino de sin trastocar las Leyes de Reforma, consolidar un periodo de concordia y entendimiento con el clero que se interrumpió con la llegada de la revolución, donde los revolucionarios mostraron posturas anticlericales extremas y el artículo 24 de la Constitución de 1917 volvió a enfrentar a iglesia y estado. Con la llegada del presidente Calles al poder, se expidió la Ley de Tolerancia de Cultos, más conocida como “Ley Calles” que acotó la práctica del culto católico y el sacerdocio derivando en la Guerra Cristera, el más cruento enfrentamiento religioso en nuestra historia, y que entre 1926 y 1929 supuso alrededor de 250 mil muertos y aproximadamente la misma cantidad de desplazados.

Tras 1929, las aguas volvieron a su cauce y el estado mexicano y la Santa Sede tuvieron relaciones cordiales, destacó la postura del presidente Manuel Ávila Camacho quien expresamente se manifestó como un católico practicante. Es hasta 1992 cuando Carlos Salinas de Gortari restableció las relaciones diplomáticas con la Santa Sede y el polémico Girolamo Prigione que era Delegado Apostólico desde 1978 pasó a ser Nuncio Apostólico. En 1997 Don Justo Mullor García, sucedió a Prigione. Don Justo fue un hombre muy querido en México, su valiente y congruente postura al desenmascarar a Marcial Maciel le valió la remoción. Fue sucedido por Leonardo Sandri que fue Secretario de Estado y después por el introvertido Giuseppe Bertello, quien ha sido Gobernador de la Ciudad del Vaticano. A Bertello lo sucedió en la nunciatura en 2007, un hombre excepcional, el francés Christophe Pierre.

Monseñor Pierre originario de Bretaña, tras su ordenación sacerdotal, se formó en la prestigiada Academia Pontificia Eclesiástica, la escuela diplomática y de gobierno de la Santa Sede y de ahí ascendió en una brillante carrera diplomática que lo llevo a Nueva Zelanda, África, Cuba, Brasil y Ginebra. Después ha sido Nuncio Apostólico en Haití, Uganda, en México de 2007 a 2016 y de 2016 a la fecha en Estados Unidos. Como reconocimiento a sus méritos de pastor y diplomático, el pasado domingo el Papa Francisco lo nombró Cardenal.

Su estancia en nuestro país dio cuenta de un hombre congruente con su fe, supo tender lazos con todos los sectores de la sociedad mexicana, recorrió incansable nuestra geografía y es un hombre querido de igual forma por un obrero que por un empresario, por laicos, religiosos y políticos de todas las tendencias. Se distingue por su vasta cultura, su sencillez y bonhomía. El Estado de Morelos no le fue ajeno, lo recorrió en zonas urbanas y rurales, apoyó decididamente el proyecto del Museo de Arte Sacro de la Catedral de Cuernavaca.

Su paso por México dejó una huella firme y el recuerdo del cariño entrañable hacia la tierra que fue su hogar por casi una década, por eso a pesar de que Monseñor Pierre nació en Saint Malo, es justo afirmar que a partir del próximo 30 de septiembre tendremos un Cardenal más para México.

*Escritor y Cronista Morelense.

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