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Cafeólogo®

Cuando inicié en el mundo del café me sorprendía la frecuencia con que me advertían que tal finca que visitaba era libre de trabajo forzado y de trabajo infantil. No entendía aquello. ¿Por qué la advertencia en pleno siglo veintiuno? Además, pensaba que en mi vida nunca había visto trabajo infantil y me resultaba muy ajeno o desconcertante escuchar la advertencia con demasiada frecuencia.

Ese tema no será el tema de hoy, pero ahí comenzó una sorpresa que desde entonces no ha desaparecido de mi caminar en el mundo del café: la dominación y el control. En el paradisiaco mundo del café hay siglos de historia y millones de historias donde el café no ha sido un medio para la máxima expresión de quienes lo trabajan, sino todo lo contrario. El imperialismo colonial centroeuropeo puede ser el caso que mejor comprendemos hoy en día, pero no ha sido el único. Ese imperialismo hoy continúa en otras manifestaciones, ya propias del capitalismo salvaje y del frenesí del libre mercado.

Leo con atención a Edward Fischer y su libro Making better coffee y destaco una de las tesis del autor, que quizá parecen muy lejanas del colonialismo y la esclavitud en los trópicos húmedos que se implementaron para cultivar y comerciar el café, pero que, visto todo con cuidado, quizá está más cerca de nosotros de lo que imaginamos.

Muchos cambios han conducido a poner los medios de producción en manos de quienes originalmente poseían la tierra (y les fue arrebatada) y en manos de muchos pequeños caficultores que hoy perfilan la producción del café en el mundo. Muchos caficultores son dueños de su tierra, y son incontablemente más los pequeños que los grandes caficultores en el mundo (aunque haya aún muchos casos, a nivel producción, a nivel fincas, donde sigue siendo un número pequeño el que mayor propiedad de tierra o cantidad de producción conserva en su control).

Pues bien, aunque muchos cambios han coadyuvado a llevar los medios de producción a los campesinos, el siguiente paso aún sigue reservado por y para otros, negando su acceso a la inmensísima mayoría de los caficultores en el mundo: el control de los medios de asignación de valor a su producto. El caficultor siembre y cosecha y obtiene la semilla, pero no es el caficultor quien define el precio de su café. Cuando de sembrar se trata, es el absoluto responsable de hacerlo y hacerlo bien, y de paso cuidar el planeta; pero cuando de definir valor y precio se trata, ni voz ni voto para la inmensa mayoría de caficultores. Los mecanismos para asignar el valor, decidir el precio, su posicionamiento en el mercado, su apreciación, siguen en manos de los herederos del colonialismo de aquellos aparentemente viejos tiempos. Así, hoy no esclavizamos, hoy…

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