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“Muy estimados, les informo que ayer falleció el arquitecto Juan Antonio Siller Camacho°, así comenzaba el mensaje que en el chat de La Jornada Morelos nos comunicó su fallecimiento.

Cuando se entera uno de una pérdida así, en un principio, yo al menos, no sé qué pensar. Ya hacía meses desde el año pasado que estaba enfermo, muy enfermo, pero no nos imaginábamos cuánto. La primera aparición de su mal la venció con quimios. Todavía alcanzó a dar conferencias y escribir en La Jornada, pero, sin nosotros saberlo, su enfermedad regresó muy agresiva. Nos retrasaba la entrega de su medalla y su nombramiento cada vez más. “Cuando me sienta mejor Lya, les aviso y me programas para la entrega”.

Esa entrega ya no ocurrió. Juan Antonio tenía tantas ganas de vivir. Quería formar la Academia de Arquitectura Prehispánica dentro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística capítulo Morelos, plan que me hacía muy feliz. Quién mejor que él para dirigirla. Vean si no: Arquitecto y Arqueólogo, hubiera sido increíble.

Realizó todos los estudios de posgrado inimaginables que el tiempo le permitió cumplir. No le faltó estudiar ninguna materia, así alcanzó una preparación profesional de Excelencia. Publicó el resultado de sus investigaciones en varios formidables libros, pudo brindarnos su conferencia de admisión a la Ilustre y Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística con el tema del Galeón de Manila y sus aportes a Mesoamérica con la anfitrionía de Willy García Ávila en el Museo Universitario de Arte Indígena Contemporáneo, con lleno a tope y aplausos de aceptación de todo el Auditorio. Él estaba feliz. Firmó los libros que le pidieron.

De verdad, trato de comprender su partida y nomás no lo logro. Estaba más que listo para recibir su medalla, su precioso pin para poderlo usar en todas sus caminas y su nombramiento oficial, incluso fue el primer miembro de la SMGE en enviar un artículo a la Gaceta nacional en torno a los préstamos culturales culinarios que aportó el Galeón de Manila a la cocina novohispana. Era como si tuviera prisa por hacer todo rápido, como si presintiera su partida cuando todavía ni síntomas del mal que se lo llevó, le notábamos. Querido amigo, nunca, pero nunca te olvidaremos.

Gracias por todo lo que recibimos de ti.

Hasta la vista querido Juan Antonio, espero volver a verte.