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Pocos recuerdan, algunos porque probablemente ni lo saben, pero las piñatas en las posadas suponen vencer al mal y romper con el pecado. Cada uno de los siete picos de la suerte de estrella con centro de olla supone uno de los pecados capitales: así que hay el pico del orgullo, el de la codicia, de la lujuria, la envidia, la gula, la ira y la pereza, aunque para los niños todos sirven como sombreritos o para guardar los premios de la piñata.

– ¿Y esas de cinco picos?- le preguntamos a la mujer que las vende fuera del mercado de La Selva en Cuernavaca.

– Esa le sale en 60 pesos de cartón, porque la de olla es más cara, pero se lastiman los niños- responde.

– No, le pregunto por qué tiene nada más cinco picos- reímos con ella.

– Pues porque es más barata- responde la marchanta evidenciando su escaso conocimiento de la semiótica piñatera.

Sí es más barata. La de 60 pesos, de cartón y con solo cinco picos (a lo mejor es para niños que no conocen la lujuria y a lo mejor tampoco la envidia), mide un metro de extremo a extremo.

Hay otras más grandes, mejor adornadas, acá en Lomas de la Selva cuestan hasta 200 pesos, aunque hay unas pequeñas y medio desvencijadas ya que ofrecen en menos de 50 pesos, “ya pa´que se la lleve”. En otros mercados las hay de tamaños impresionantes y llegan a los 400 pesos.

La piñata de las posadas debe ser bella, brillante, con serpentinas adornando los picos y pequeños olanes de papel china adornando el centro.

En cada posada se rompen entre una y cuatro piñatas, según las finanzas de las familias y el anhelo de los niños por los cantos tradicionales “dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino”, y por el dulcerío que cae de la olla rota sobre el suelo.

Entonces la piñata pierde toda elegancia y la lluvia de frutas (en las casas más tradicionales) o dulces (en las otras), capta la atención de todos los que se avientan por ellos, dando un espectáculo efímero pero divertido a quienes no se lanzan por su edad o por falta de ganas.

Así que la compra de la piñata no es el único gasto. Llenarla suele ser más caro que la artesanía con forma de estrella.

Según el tamaño de la olla en la piñata pueden caber entre dos y seis kilos de relleno. Los dulces suelen comprarse en paquetes que pueden costar entre 150 y 350 pesos con hasta un kilo y medio de deliciosas golosinas. Entonces el relleno de la piñata puede significar entre 200 y mil 400 pesos.

Claro que se puede llenar de fruta, aunque a muchos niños les parezca una pésima idea. El kilo de cacahuate con cáscara cuesta alrededor de 90 pesos; los menos predilectos de todos, los tejocotes, cuestan más o menos 40 pesos por kilo; la naranja es una buena opción porque ocupa más espacio y cuesta menos de 30 pesos; la jícama está en 33 pesos; la caña de azúcar ronda también los 30 pesos; la lima, si encuentra porque anda escasa, puede comprarse en 60 pesos, y la mandarina en 40 pesos o un poco menos. Cierto, por menos de 350 pesos, uno puede llenar una piñata con siete kilos de fruta, lo que no le hará favorito entre los niños, pero se puede anotar puntos con nutriólogos y dentistas.

Adquirida la piñata y el relleno, falta aún el palo. Es poco recomendable usar los de escoba, cuya resistencia es muy poca frente a piñatas duras y pesadas. Entonces conviene adquirir un palo para golpear piñata cuyos costos empiezan en 25 pesos; hay sin forrar y decorados, algunos tienen estampas de personajes de caricaturas, otros flecos de papel o plástico; lo más importante, según la experiencia de organizadores de posadas en todo Morelos, es que se puedan sujetar con firmeza para no convertirlos involuntariamente en proyectiles que obliguen a terminar la posada en una sala de urgencias. Para ello es importante cuidar la longitud del palo, unos 70 centímetros parece ser el estándar aceptado por los fabricantes de esos artilugios; y procurar asegurarlo bien. Algunos maderos tienen una cuerda que los atraviesa y que puede sujetarse a la muñeca para evitar resbalones en manos sudorosas.

Cuando se quiere hacer de la fiesta una especie de deporte de alto riesgo, los participantes en la posada vendan los ojos de quien golpeará la piñata, lo que multiplica el riesgo; la recomendación del Centro Nacional de Prevención de Desastres es no hacerlo. También aconsejan evitar las piñatas de barro, delimitar el área de agresiones a la piñata, alejar a los niños de ella (cuando no estén participando), evitar llenar la piñata con objetos pesados o puntiagudos (las jícamas grandes deberían estar prohibidas, por ejemplo), usar un lazo en buenas condiciones para aguantar el movimiento y el peso de la piñata, y evitar que quienes van a recoger el contenido de la piñaata se empujen.

De hecho, el Instituto Mexicano del Seguro Social ha recomendado precaución al quebrar piñatas, práctica que suele ocasionar golpes o caídas que provocan desde hinchazones y sangrados hasta fracturas en niños y adultos. Los accidentes pueden presentarse no sólo en la práctica del “dale, dale, dale”, también al arrojarse a capturar el botín de la piñata.

Cumplidas todas las recomendaciones, “¡a darle que es piñata!”, venza al mal, rompa los pecados y tenga muy felices fiestas.

Foto: La Jornada Morelos